domingo, 2 de mayo de 2010

LAS VELAS DE VARSOVIA


Tragedia, fatalidad, desgracia, adversidad. Esta vez, ni en el diccionario de la RAE, el cual consulto con frecuencia, he encontrado un adjetivo que refleje la funesta incidencia del inaudito hecho sucedido el pasado sábado 10 de abril a las 8:56 de la mañana hora local de la ciudad de Smolensk, al oriente de Rusia, a unos 20 km del bosque de Katyn. Este nombre por sí mismo, ya emanaba olores siniestros, su recuerdo ya empañaba de dolor a veintidós mil familias polacas (la cifra es más que conmovedora y parece fantástica) que recordaban a sus hombres pertenecientes a la élite militar polaca quienes, en 1940, fueron ejecutados por la policía secreta de Stalin, la cual, como medida técnica, usó pistolas alemanas que se calentaban menos que las rusas para ejecutarlos con disparos en la nuca). Para conmemorar los 70 años de esta matanza reconocida hasta 1990 por la política de transparencia conocida como Perestroika iniciada por el presidente Mijaíl Gorbachov, y acercar los lazos entre Rusia y Polonia, esta vez la élite gobernante, encabezada por su presidente Lech Kaczynski, y algunos de los familiares de aquellos oficiales, viajaban en el avión presidencial polaco, cuando éste, al aterrizar, chocó un ala con un árbol y perecieron todos los pasajeros.

Polonia es un bello país bañado en su lado norte por el mar Báltico, en el cual la poesía es un componente muy importante de su literatura desde hace, al menos, doscientos años. Pues desde la pérdida de la independencia en 1795, cuando la nación polaca perdió su estado y sus instituciones, fue la poesía durante más de un siglo, hasta la recuperación de su independencia en 1918, el vehículo más importante de la identidad nacional. Es además, un país sumamente católico, no por casualidad cuna de Karol Wojtyla mejor conocido como S.S. Juan Pablo II. El sábado 17 de abril exactamente al cumplirse una semana del siniestro, las sirenas de todo el País se escucharon sonar “…la mayor tragedia de la historia de Polonia tras la II Guerra Mundial", fueron las palabras del primer ministro polaco, Donald Tusk. Por la tarde del mismo día, se ofició una multitudinaria misa al aire libre en el barrio de Wola. Horas después, el ataúd con los restos de Lech Kaczynski, cubierto con la bandera blanca y roja polaca, fue trasladado por las calles principales de la ciudad hasta el palacio presidencial. Se dice que no se vivía nada igual en Varsovia desde la muerte precisamente del Papa Polaco de la Paz, Juan Pablo II, (Wadowice, Cracovia, 1920 - Roma, 2005). En las fotografías publicadas en sitios web y transmitidas por la televisión española, se puede apreciar al pueblo polaco volcado en las calles, en la devota y poética tarea de depositar millares de velas frente al Palacio Presidencial en Varsovia. La entrada del edificio, en la ciudad vieja de la capital, estuvo tan abarrotada de gente y cubierta de velas, flores, banderas y crucifijos que se fueron depositando desde que se conoció la noticia, que se dificultaba desplazarse. Por la tarde del sábado, los féretros con los restos de Kaczynski y su esposa, Maria Kaczynska, fueron trasladados de la capilla ardiente en el Palacio Presidencial a la catedral de San Juan, donde el arzobispo de Varsovia, Kazimierz Nycz, ofició un funeral. Después, los restos mortales fueron trasladados al sur del país, a la ciudad de Cracovia, donde el domingo tuvieron lugar los funerales de Estado, en la catedral del castillo de Wawel. Aunque la sociedad polaca se dividió en opiniones contrarias ante este hecho, pues algunos manifestaron que el morir en un accidente no eleva a nadie a la categoría de héroe, la pareja presidencial fue enterrada en un sarcófago de alabrastro en la cripta catedralicia, donde yacen cerca de veinte monarcas polacos y otras grandes personalidades del país. Algunos personajes, como el obispo Tadeusz Pieronek, manifestó: "El lugar natural para enterrar a los presidentes es la capital, y la capital es Varsovia". También el director de cine Andrzej Wajda, criticó la selección del lugar del entierro. Wajda es autor de la película Katyn, donde se documenta el escalofriante hecho de 1940, estrenada en 2007. "Era una buena persona, pero no hay razones para que sea enterrado junto a los reyes de Polonia y Marshal Josef Pilsudski [considerado el padre de la Polonia moderna]". Las Velas de Varsovia quizá ya se han consumido, pero su luz será un recuerdo imperecedero, para quienes estamos vivos hoy, de los recovecos que el destino tiene y que no podemos descifrar.

LA IMPORTANCIA DE LOS HOYOS

Papantla, luminoso Pueblo Mágico cuya luz se intensifica en los inmaculados y blancos atavíos de los totonacas. Ciudad musical y olorosa (no solamente a vainilla), también a frutas, mangos, mameyes, lichis, zapotes. Color y forma, Papantla penetra por la piel de quienes la visitan, hasta saturar sus sentidos. Intermitentemente los pequeños tambores y las flautas de carrizo ceremoniales hacen voltear al atrio de su hermosa iglesia que data del siglo XVII, la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción donde se lleva a cabo la ceremonia cósmica del vuelo para asegurar el orden cósmico del universo a través de un complejo simbolismo pagano ofrecido a los cuatro puntos cardinales. Resulta sorprendente esta demostración de tolerancia entre dos religiones. Ya lo había explicado el dramaturgo Emilio Carballido, el palo de los voladores es una ceremonia en la que, sin intermediarios, como es el caso del sacerdote católico, el hombre se integra con el Creador.

En esta ciudad centro del Totonacapan, durante cincuenta años se ha conservado una tradición que fomenta el arte y la poesía mediante un concurso al que convoca el Comité de Juegos Florales presidido actualmente por el poeta Ariosto Uriel Hernández, quien recibe el singular título de “El mantenedor”. La emisión actual, en la que se conmemora el Primer Centenario de Papantla, Ver., convocan el H. Ayuntamiento Municipal, el Instituto Veracruzano de la Cultura, el Comité Organizador de la Feria de Corpus Christi 2010, y La Casa de Cultura “Lázara Meldiú”. Esta ocasión se incluyen tres categorías: Premio Nacional de Poesía “Lázara Meldiú” 2010, Premio Estatal de Poesía Joven “Guillermo López Muñoz” 2010 y el I Premio Municipal de Poesía 2010.

En 2008, hipnotizados por el perfume que se desprende de las cabezas de la Reina de la Feria de Corpus Christi y sus princesas quienes lucen hermosas diademas tejidas con vainas secas de vainilla (arte popular en esta región), de manos del alcalde y de los organizadores del concurso, recibimos los premios de esa emisión en el recién inaugurado Museo Teodoro Cano. Tuve el privilegio de obtener el tercer lugar con un poemario titulado Tierra de Sol. Algunos de sus más afortunados versos, dictan: Totonacapan, olorosa llama/ color de crujido tierno/ sabor de mazorca roja que desgrana/ con su cuchillo, el tiempo./ Voces sombras del huizote/ mientras les escarban el blando corazón/ los colibríes.

El maestro Teodoro Cano, originario de esa ciudad, pintor y muralista, es un artista excepcional quien refleja en su obra plástica la vida de su pueblo. Creador de la técnica del altorrelieve a base de concreto armado, varilla y alambrón, importante aportación a la expresión muralista mundial. En la base de la parroquia, se puede admirar su hermoso mural dedicado a los voladores de Papantla, en el que se aplica esta técnica. Además tiene una gran cantidad de pinturas: María con flor de huizote; Ofrenda; Maternidad; La novia del volador; La leyenda de la vainilla, y muchas más en donde los rasgos antropológicos de los totonacas cobran fuerza y belleza.

En la entrada de la zona arqueológica de El Tajín, lugar que no pude dejar de visitar cuando fui a recoger el premio mencionado, en junio de 2008, aguardaba a que los voladores iniciaran su rito cósmico. El lugar está compuesto por círculos concéntricos en donde el centro lo ocupa el palo de los voladores, luego un jardín, escalinatas, un pasillo delimitado por arcos para dar acceso a pequeños comercios donde se expenden una gran cantidad de bellas artesanías. Alguna de las madres que atienden estos pequeños comercios, salió presurosa a buscar a su hijo y regresó con él en brazos. Escuché que le dijo a su vecina: “estaba jugando con el hoyo”. Esta expresión la traje muchas veces a mi mente dándome cuenta con claridad que para ella no era el contenido con lo que jugaba el infante, es decir, la tierra, sino lo que había quedado después de sacarla. Varios años después, fui invitada a un encuentro literario organizado por la Unión Estatal de Escritores Veracruzanos en la ciudad de Fortín de las Flores. Un colega poeta de esta región, en el medio de una lectura, hizo la siguiente aclaración: “la cinta roja que ponen para proteger los hoyos” (se refería a la cinta roja o amarilla con la que se rodean las excavaciones para que la gente no caiga en ellas). De nueva cuenta el hoyo era aquí el personaje principal, según el poeta, era lo que había que proteger. Después de la destrucción (hacer el hoyo), proteger lo que queda. ¿Será esa la visión?

LA PAJARITA DE PAPEL

La niñez se identifica con el juego, con los colores, con lápices largos o cortos, con goma o sin ella, mordidos o no, con la olorosa plastilina, tiernos y significativos dibujos, tijeras, pegamento y… papel. Es fácil afirmar que la clave de los pasatiempos de los niños ha sido, es y seguirá siendo, el papel. Los siguientes versos de mi autoría, los publiqué en el año 2003: Abandonados por sus capitanes/ barquitos de papel inundados/ se ahogan en amazonas/ de chocolate. Quién no ha tenido un tiíto o tiíta (como dicen en España a los tíos de sangre), unos abuelos o primos mayores, que no les hayan enseñado a construir un pequeño barco, un avión de papel plegado, o un sencillo abanico cuando hace calor. Son las figuras convencionales. Pero con las simples hojas de papel pueden obtenerse múltiples y fantásticas figuras de animales que van desde conejos, ranas, mariposas, ballenas y grullas, hasta dragones y serpientes; o distintos cuerpos geométricos (incluso a veces, poliedros).

Japón es el país donde se originó el arte de plegar el ligero papel de arroz. Tal ciencia es conocida como origami de "oru" (plegar) y "gami" que designa al papel, la cual fue introducida por los árabes durante la invasión que hicieron estos a España en el siglo VIII, pero como lo que se utilizaba entonces para escribir en la Europa Medieval eran láminas de papiro, que es un material bastante tosco, al principio no tuvo mucha acogida. Los árabes la aprendieron de los prisioneros chinos que trasladaban a la ciudad de Samarcanda, ciudad rusa localizada en la ruta de la seda entre China y Europa, en el año 751. De los prisioneros aprendieron a hacer y a doblar papel, inicialmente figuras clásicas simples, como animales.

Fue el escritor y filósofo español Miguel de Unamuno y Jugo (Bilbao, 1864 - Salamanca, 1936) quien en la década de 1930 impulsó este arte en España y en América del Sur, lugar donde tuvo mayor aceptación y que hasta la fecha, tiene muchos seguidores. Es más, se puede decir que es el padre de la papiroflexia hispanoamericana pues, al igual que en España, la papiroflexia tenía hasta entonces muy poca relevancia en nuestro continente. No era extraño ver a Unamuno en algún café plegando cuartillas o servilletas de papel y regalando después las papirolas, que es como se llaman estas figuras, a quienes se las solicitaban. Tal destreza alcanzó, que inventó un modelo de pajarita de papel, con el que lo pintó José Gutiérrez Solana (Madrid, 1886 - 1945) en un conocido retrato. Incluso escribió una pequeña obra sobre esta ciencia que tituló Apuntes para un tratado de cocotología. Porque el arte de construir pajaritas de papel se conoce también con ese curioso nombre, cocotología, una palabra que viene del francés cocotte -gallina, ave, pajarita-, en lenguaje infantil y coloquial.

La gran particularidad del origami, papiroflexia o cocotología, es que no utiliza tijeras ni pegamento o grapas, tan sólo el papel y las manos. Esta situación, le da un gran potencial, una capacidad enorme de ejecución, pues hasta con un boleto de camión, uno puede entretenerse plegando y plegando hasta obtener una linda figura. Actualmente se define como un arte educativo por medio del cual niños, jóvenes, adultos y adultos mayores son susceptibles de desarrollar una expresión intelectual de una manera artística o viceversa. La esencia pedagógica de esta disciplina radica en las áreas motriz y cognoscitiva del individuo, pues fomenta la destreza de los dedos y enfoca la atención a la secuencia de dobleces, así como a la creatividad de quienes al plegar papeles, dan nacimiento a innumerables figuras tanto del contexto cotidiano, como de la fantasía. Se requiere de memoria, imaginación y un pensamiento creativo. La ciencia del origami se conecta con otras asignaturas, pero su mayor contacto es con las ciencias de la geometría y con la matemática, tanto por su infinitud como por que se pueden resolver teoremas y ecuaciones doblando papel. Para transformar el papel en formas de distintos tamaños y formas, se parte de una base inicial cuadrada o rectangular.

Otra forma de arte con papel son el kirigami y el makigami, diferentes al origami. El kirigami de “kiru” (cortar) y “gami” (papel), es el arte y la técnica de cortar el papel dibujando con las tijeras. Se diferencia de los "recortables" en que estos necesitan de un trazo o dibujo previo, y en el kirigami las figuras se hacen directamente con las tijeras.
El makigami es el arte y técnica de trabajar el papel para rasgar, unir, doblar y arrugar, únicamente con las manos. Podemos entenderla como "kirigami con las manos". Este mes de abril abre las posibilidades de regresar a los juegos en familia reciclando hojas de papel, le recomiendo visitar:
http://www.dibujosparapintar.com/manualidades_pap_mariposa.html#

EL CAFÉ A MEDIAS

A mediados del pasado mes de marzo, fui invitada por el dinámico León Ruiz Ponce a una EXPO Turismo en Café en la ciudad de Xalapa, para compartir con los organizadores, entre ellos la Unión Regional de Cafeticultores de Huatusco, y el público en general, algunos conocimientos sobre la preparación de la infusión de café que guardo, además de en mi tesis de licenciatura, en la memoria, y en viejos libros especializados que compré alguna vez, en la sección de libros usados de la Michigan State University, cuando prestaba mis servicios de ingeniero químico en la planta Cafés de México, ubicada en San Cristóbal Ecatepec, Edomex. La invitación era como ir a meterse a la boca del león, ya que nuestra ciudad capital, como se sabe, goza de una fama de establecimientos de café y cafeteros mucho más amplia que nuestra lluviosa y emborregada pluviosilla. Sin embargo, me armé de valor, hice acopio de mis herramientas tecnológicas y me fui para allá. Resultó muy ameno intercambiar con el público capitalino interesante información, por ejemplo, que la fábrica mencionada, fue fundada por Don Justo Fernández, ilustre y rico cafetalero xalapeño quien puso en el mercado la marca de café soluble ORO. Cuando yo llegué a trabajar ahí, en 1971, esta firma ya había sido absorbida por la trasnacional General Foods de México, empresa muy renombrada en aquel entonces, hoy desaparecida, cuya marca emblemática de café, era Maxwell House, Good to the last drop, decía su lema. Esta empresa lanzó al mercado nacional la primera marca de café soluble con gusto mexicano (es decir, que pintara bien la leche), la marca Pronto. Recuerdo a varios personajes de esta época, al gerente general, Miguel Bustamante, viejo burgués quien con oler un puño de café pergamino (las semillas de café secas, ya despulpadas, que también se les conoce como café oro), podía determinar la calidad del grano (sensorialmente hablando). Don Gustavo López Romero, gerente de compras, cubano refugiado en nuestro país, con su eterno habano que encendía con sus largos dedos temblorosos, acicalado con finos trajes y llamativas corbatas, quien se burlaba de mí, que como buena veracruzana, comía frijoles negros, y riendo me decía: lo frijolej negro son para lo cerdo, chica. Armando Todd, jefe de mantenimiento de la planta, individuo que diariamente atravesaba la ciudad de México, pues su casa la tenía en Tres Marías, camino a Cuernavaca. Sus subordinados le hacían la broma de que habiéndose rasurado en su casa, cuando llegaba a Ecatepec, ya su rostro dibujaba barba. Este hombre me contó que Don Justo Fernández, cuando arrancó la planta Cafés de México, hacía llevar agua desde Xalapa en pipas para el proceso de extracción del café soluble.
En el mercado se encuentran dos tipos de café básicamente: el llamado Tostado y Molido (T&M), en inglés Toasted and Grinded, (T&G) que es aquél al que deben extraerse sus sólidos mediante agua a punto de hervir, ya sea en una olla o en una cafetera; y el café soluble, producto al que ya se le extrajeron los sólidos en una planta industrial para comodidad del consumidor, pues éste solo debe agregar agua caliente en su taza, y listo. Este último producto tiene cuando menos dos versiones, pues hay marcas que, para convertir el extracto líquido en el polvo o trocitos que venden, usan calor (spray dried), pero hay otras que usan frío (freeze dried), proceso que ayuda a conservar su aroma y a mejorar el deleite en la taza. Sin embargo, el café T&M goza de un prestigio incomparable. Todo depende del método usado para prepararlo, de la calidad del grano, indudablemente, pero hasta un buen grano se ve afectado si, por ejemplo, se deja hervir el café, o se queda de un día para otro, o se almacena destapado o en un sitio caluroso. El café es una delicia que debe tratarse como una auténtica joya gastronómica. Sin embargo, hay de gustos a gustos y existe una inmensa mayoría de mexicanos que, al café, lo prefieren negro, negro, es decir, torrificado, que quiere decir, tostado con azúcar, de tal manera que el azúcar se quema, se hace carbón, y este carbón pinta la leche. Cada quien su gusto, pero cuando aprendí a catar café en el desaparecido también, Instituto Mexicano del Café, instalado en el Paseo de la Reforma, allá en los años 70, el café lo preferíamos rubio, pues del prima lavado tostado claro, se obtiene una infusión de color ámbar verdaderamente magnífica con un sabor frutal delicioso.
Pues bien, todo esto se expuso en la EXPO Turismo en Café allá en el Centro Recreativo Xalapeño, esquina Xalapeños Ilustres con Insurgentes. Cuando tocaba a su fin la charla, una de las organizadoras, cuya identidad me reservo ahora, contó una graciosa anécdota: de joven, en su casa hervían las medias que se quedaban nonas con un poco de café para emparejar el color. Y hubo una vez que su señora madre tenía unos importantes invitados, al mismo tiempo que un paquete de café colombiano. La anfitriona se dispuso a obsequiar a sus huéspedes con una taza del delicioso producto, y cuando trajeron las tazas, todo mundo se veía sin comprender cómo habían ponderado tanto las delicias del grano importado. Hasta que descubrieron lo que cualquiera piensa no bien la anécdota empieza a ser contada: se habían confundido las ollas, y el servicio había traído a la sala café sabor a medias.

CÓMO COMPRAR CAZUELAS

Todos los seres humanos, grandes y pequeños, famosos y anónimos, alcaldes y tenderos, gordos y flacos, a diario toman múltiples decisiones porque se enfrentan a situaciones que les obligan a escoger un curso de acción entre cuando menos, dos (a veces entre más). Hay que aclarar que cuando hay una sola opción, no se puede hablar de escoger y tampoco de decidir. Algunas decisiones son simples y rutinarias (qué ropa ponerse, qué desayunar, a qué hora levantarse), pero hay otras, menos ordinarias, que pueden presentarse pocas veces en la vida (hacerse una cirugía, casarse, divorciarse, qué carrera estudiar, donde comprar casa, aceptar un empleo en otro país, emprender un negocio). Las decisiones trascendentales empiezan cuando se advierte que algo anda mal, y se desea que mejore; o cuando algo que funciona a un nivel aceptable, se visualiza que puede mejorar. Además de por reflexiones propias, la motivación al cambio puede surgir (o ser impuesta) desde fuera, debido a las acciones de terceros (amigos, gobernantes, profesores, familiares), o fenómenos atmosféricos (un terremoto, un huracán, un deslave).

Cuantas veces no ha escuchado en el televisor: “decídase ya y compre el auto sutano o fulano”. No comprar es tan válido como hacerle caso a los publicitarios. Tomar una decisión es escoger un curso de acción que acerque a aquello que se desea lograr. Por ello es muy importante estar seguro de saber qué se desea, de otra manera, existe confusión y se dificulta el proceso, además, nunca se sabría si se consigue o no. Por otro lado, es muy importante distinguir entre una buena decisión y un buen resultado, pues puede darse la casualidad de obtener un buen resultado por coincidencia (azar) y eso no califica a nadie como buen decisor. También puede hacerse una elección de forma acertada y no obtener el resultado apetecido, ya que el azar (incertidumbre, en términos matemáticos) tiene efectos en la toma de cierto tipo de decisiones. Un ejemplo de decisión cotidiana bajo incertidumbre se da cuando un individuo ha decidido comprar un pequeño paquete de papas fritas (la marca no es tema del ejemplo). La motivación para hacerlo pudo surgir por dos causas: simplemente deleitarse, o matar el hambre. ¿Y qué pasa una vez que la bolsa ha sido abierta? Dos cosas diferentes: la primera, que las papitas estén enteras, crujientes, con un buen sabor y el sujeto coma una tras otra sin dejar ninguna. En este caso, (independientemente de la motivación inicial), el resultado es satisfactorio; la segunda, que sucedan una o más de las siguientes desagradables cosas: que estén rotas, quemadas, saladas, ácidas o muy picosas. En este caso, obviamente, el sentimiento que se genera en el decisor, es de decepción, sin embargo, si se han comprado para mitigar el hambre, ésta se quita, aun cuando no se pueda disfrutar el sabor, por lo que el resultado es satisfactorio para esta necesidad. De aquí se deducen los siguientes elementos presentes en todo proceso de decisión: el curso de acción (comprar una bolsa de papas fritas); el resultado obtenido (papas quemadas/ papas doradas); la sensación de haber satisfecho o no la necesidad que impulsó a comprar la botana. En este tipo de decisiones, el azar siempre actúa y no se pueden garantizar buenos resultados, aunque sí se puede incrementar el número de veces que se consigan. Para incrementar la obtención de buenos resultados, es necesario dedicar suficiente tiempo a pensar en todos los elementos implicados en el proceso de selección. Se requiere dedicarle tiempo. Una amiga mía, quien enviudó muy joven, cuando volvió a casarse me dijo:-Lo pensé menos tiempo que el que más tarde gasté en comprar una cazuela-. Me contó la anécdota: Estaba en un puesto evaluando cuál sería la mejor cazuela para mole. Tomé tanto tiempo en decidir, que el vendedor perdió la paciencia y me espetó: decídase ya, ni que estuviera decidiendo casarse por segunda vez. Entonces me di cuenta, dijo riendo, que no había dedicado mucho tiempo para contestar la segunda propuesta de matrimonio.

Ser un científico de las decisiones significa ser más eficiente en aprender de lo que pasa alrededor. Implica darse cuenta de qué se conoce y qué se ignora, y actuar sabiendo que la visión del futuro siempre es incompleta, imperfecta e incierta. En el caso de la compra de la cazuela, sería conveniente prestar atención a los siguientes puntos: en primer lugar, cuál es el uso que se le dará. Suponiendo que es para preparar mole para cincuenta personas, y que se cocerá al carbón sobre un anafre, entonces será importante prestar atención al tamaño, al espesor, a la estabilidad y el diámetro (por la comodidad para agarrarla por las asas), también es conveniente revisar la uniformidad del barnizado (por el tema de la toxicidad). Poner atención al conjunto de estas características, influirá en el grado de satisfacción que se alcanzará una vez que entre en uso. Retomando el asunto de la bolsa de papas fritas, el azar siempre hace su trabajo y es recomendable estar atento, preguntar, informarse, antes de elegir. De esta manera, junto con un objetivo claro, se reduce considerablemente la probabilidad de sentir que no se ha conseguido lo que se desea.

ORIZABA DE MIS TEXTILES

La neblina que se acumula en las faldas de los cerros de Tlachichilco y Escamela, se corta con los pregones populares que animan a los vecinos de los barrios a comprar golosinas artesanales que engullen voces quedas, tan queditas, como el golpetear sobre el piso de billetes de a peso. Tocado con un rodete, el flanero, cual semáforo ambulante, detiene a los transeúntes con una luz de vela enrojecida con celofán. El turronero parte diestramente con una pequeña hacha, un esponjoso y brillante bloque de turrón de almendra. Suena su triángulo de metal el vendedor de rollos de obleas tostadas, cuya tapa del bote donde las transporta, es una rústica ruleta donde el comprador se juega el número de barquillos despachados. El viejo de las semillas de calabaza y huesitos de capulín tostados, que con su grito llamó eficazmente a la parca: Haaaay huesitos… Después de que enciende la pequeña vela cubierta con una pantalla de papel, un hombre ahuyenta los insectos atraídos por la miel de sus muéganos. Chirría el vapor que emana del horno del platanero, encendido con el rojo vivo de los atardeceres montanos, telones de fondo a los 3600 de nuestra colonial ciudad.

En enormes ollas que humean sus epazotes y guías de chayote al calor del serrano carbón traído de la Sierra de Zongolica, transcurren las tardes en Pluviosilla: chileatole verde aderezado con chito de matanza (carne seca de chivo) del altiplano de Tehuacán; chileatole rojo sazonado con camarón secado al exuberante sol del Istmo de Tehuantepec. Regordetas palomas sobrevuelan el barro de los comales, palmean esperanzas, tlacoyos y picaditas adornadas con níveo queso de la cuenca lechera de Cañada Morelos, en el vecino estado de Puebla.

El ir y venir de la bruma arrastra las melancolías escondidas en el regazo de mamá, en los hormigueros y en los nidos de chicatanas cuyas alas color de óxido férrico se quedan pegadas al piso bajo las lámparas públicas, y con las que en una tarde veraniega, después de un aguacero, la gente prepara suculentas salsas. Con mochilas de cuero a la espalda los niños caminamos hacia nuestras casas con los ojos llenos de antojos. El barrio hila presagios de huelga, rumores sobre materiales novedosos, que llaman sintéticos, amenazan con llenar de desocupados las bancas del parque.
La desconcertante alambrada con que un día amaneció acotado el campo de juego en el Barrio de Cerritos, arrebató las juveniles carreras descubriendo vergonzosas, anís o patas de gallo entre el zacate; las presurosas persecuciones tras de perros hambrientos; nuestros cabellos ilusionados con el vaivén de los juegos mecánicos; nuestras charlas infantiles en aquellas hermosas bancas de granito rosa.

Los hombres se reúnen a cardar palabras que ya nadie escucha, con las que nadie puede cobijarse. Sus viejas voces han sido reemplazadas por idiomas que antes no se escuchaban en este lugar de obreros. Descalzos talones golpean las banquetas: la marcha de los desocupados bajo una luna que se mudó a hilar en otro sitio.

A la Fábrica de Cerritos, pionera de la gran Compañía Industrial de Orizaba (CIDOSA), un día le vaciaron las entrañas. Su hermosa avenida de pinos por la que caminamos tantas veces tras la ilusión de un nuevo libro, un nuevo curso o un maestro ameno, en el antiguo edificio que albergó la escuela primaria “Manuel M. Herrera”, cambió de aspecto. Sus niños desaparecieron en los incontables baches. Mientras la mudanza natural de las cosas llega con el progreso, hagamos un duelo por el espíritu textil del Valle de Orizaba, que se extingue cada vez más. Un réquiem por la antigua Manchester de México.