Algunas mañanas, el sol de primavera entra como intruso
por ventanas y resquicios, se apodera de espejos
y libreros. Lustra la cubertería.
Entibia los vasos de agua, desciende por las paredes,
se arrastra por el suelo,
entra salvaje en las pupilas
y enceguece la memoria. Es el momento de
untar bloqueador en el rostro
y tapiar los ojos con alguna marca cara
de gafas solares.
La partida es inminente.
D.R. Lilia Cenobia Ramírez, 2013
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