lunes, 29 de diciembre de 2008

Tu Voz, de Lilia Ramírez



Tu voz
latido de vocales
que entra por mi pecho
hasta la joven que te llevó en la entraña.
Me recorre el aliento
de saber todas las letras
de tu boca a mi oído
si me cuentas
que llueve
que el carro se detuvo
o te ha pillado una ventisca.

Es en cada letra
como recorro tu rostro, tu cabello,
tus manos
que, de pequeñas,
ahora gastan el aro de una alianza.
Es cada inflexión:
tus graves, tus agudos
tus bostezos al mismo tiempo
que me dices “estoy cansado”
o cuando suspiras y dejas ir un
“hace frío”, o son las vocales que alargas
con una tonadita cantada, muy propia
de un muchacho crecido
en esta ciudad de campanarios.

Son tus inflexiones de enojo
o cuando tu voz está
triste o cristalina, como puedo asirte
a mis espacios, al hueco de tu antigua cama.
Acciono el “manos libres” y se impregnan
las frutas de la mesa, mis ojos, el cercano río
y las veinte golondrinas
que recorta el poniente.
Hemos barnizado los muebles
para atrapar en ellos tus sonidos
tus vocales, tus “te quiero” que
como el océano que cruzan
inundan de oleajes el hueco de mi alma.

jueves, 11 de diciembre de 2008

La luna, de Lilia Ramírez

Comparto con ustedes este espacio que me han dado en El País Literario.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La muerte vino por agua, de Lilia Ramírez
















Año dos mil siete
Sierpe
sierpe de piedra y pluma
dormita en la tosca boca
Sierpe
sierpe de piedra y pluma
cuaja la lluvia de otoño

Aquella dulce palmera
la del verdor destrozado
flota en el Grijalva

Sideral comadrona
la del huipil estrellado
rasga el vientre de luna
entre costales de arena
nace copiosa lluvia
ciudad de las luciérnagas

Desde antes que diluviara
desde antes del entierro
como presagio en su piel
como selva, como jade
existe en la Venta urbana
el jaguar y su signo

Octubre ahuecó el cielo
octubre y su rojo ámbar.
olmeca silencio líquido:
la muerte
vino por agua.

Aquella dulce palmera
la del verdor destrozado
flota en el carrizal

En el ojo de la tormenta
que a estas horas
es sólo un malecón
de aves quietas
se desparraman
amarga espuma de xocolate
jícaras con queso fresco
y las seis de la mañana



































































martes, 2 de diciembre de 2008

!Es mi madre tan bonita!, de Lilia Ramírez


Podía hablar con ella por horas
y siempre en silencio
Con sus manos acariciaba mis versos
mi frente rezaba en sus rodillas
(es mi madre en verdad bonita)
podía hablar con ella:
le contaba de mis muñecas. Ella las vestía
le contaba de mis sueños. Ella los traía
le contaba del miedo de estar sola
Ella culminaba la noche
ponía alas a mis horas
Está ella tan cerca, tan cerca, que siento
el aire tibio salir de sus ojos
la mirada acuosa resbalar sus recuerdos
Está mi madre viva
está mi madre a un atravesar de calle
pero se ha ido tras las rosas.
Habla siempre de otros, de sus rezos
de sus viejas costumbres, de sus muertos
Pregunta cosas que ha cambiado
el tiempo en su cabeza
Me platica que yo era otra
Soy una niña que habla en otras bocas
Mi madre ya no está en sus ojos
no la encuentro en su ropa
Se ha perdido en su delantal
de cuadros, en la cocina.
Se ha perdido mi madre
entre el ropero y tanto pasar de las cosas

Lo que está escrito, de Lilia Ramírez




Cómo me hubiera gustado correr por las playas
Siempre contigo
Dejar nuestras huellas entre los riscos
Dejar nuestros miedos
en el hachazo de luz de los faros

Me hubiera gustado ser tu vecina, tu amiga
tu compañera de juegos, esa niña que tú habrías querido
y quizá, quizá con el tiempo, casado conmigo

Ser niños, tener aventuras
Esconder en las piedras nuestras tristezas
Nuestras almas, nuestras alegrías
Ser desde entonces dos almas gemelas

Hubiera querido jugar en las olas
Lanzarme contigo desde los puentes
Tener un perico, un abejorro
Contar las estrellas a mano, entre verdes risas

Hubiera querido conocerte entonces, prestarte mis juguetes
Montar el mismo perro y apagar pasteles brillosos
Ser la niña que primero llegara a tus cumpleaños
Que adivinara en tus ojos el regalo favorito
Que al compartir tus secretos, dijeras:
¡Ayúdame a leer lo que está escrito!

Mario Heredia y su novela Río Blanco


Mario Islasáinz, Mario Heredia y Lilia Ramírez
en el Museo de Arte del Estado, noviembre 21 de 2008

Río Blanco, de Mario Heredia, es una de esas obras evasivas para un estudio de la novelística integral. En constante diálogo con la narrativa rufiana y la memorística de Elena Garro, nuestro autor consigue un sitio indefinible dentro de las coordenadas formadas por la novela histórica, entendida como George Luckas la deletreaba, y la nueva transhistórica que con lupa persigue la
crítica latinoamericana, a decir, Noe Jitrik y Mempo Giardinelli. Lo anterior con un estilo que buscando un centro propio, desconfigura, tal vez configurando, el entorno de una Orizaba de los años treinta del siglo XX.

La línea divisoria entre la nueva y la novísima narrativa suele ubicarse a mediados de los años setenta: la nueva narrativa es interpretada como producto de la década optimista de expectativas revolucionarias, mientras la novísima escritura queda estrechamente vinculada a la época de desilusión con los proyectos de democratización.

Resumiendo y simplificando al máximo las ideas de Giardinelli, González Echevarría, Marcos, Rama, Shaw y Skármeta, podría llegarse a un balance provisorio con respecto a las características de la narrativa hispanoamericana que a partir de 1975, muestra un tangible aumento de novelas de tema histórico que emprenden la tarea de releer la historia por medio de una reflexión metahistórica que incluye la parodia y la distorsión grotesca con el objetivo de deconstruir la historiografía oficial.

Eso sucede ni más ni menos en la obra de Mario Heredia, quien reconstruye la historia de Sebastián y Carlos, padre e hijo imaginarios, no solamente en su relación filial, sino en su existencia misma. No sabemos si son reales o no, sin embargo sufren en carne propia la herencia victimaria de los primeros mártires de nuestra revolución. Estos personajes regresan del futuro a reencontrarse cara a cara con los misterios de un movimiento obrero que todavía no cicatriza en el alma de Sebastián, quien encuentra a dos carlos: al primero sin buscarlo, y al segundo buscándolo. Al primero, le da vida, al segundo, muerte.

Esta novela, traduce para nosotros la Orizaba de los años treinta, nos guía minuciosamente por sus calles, en donde leemos, en los nombres de sus viejas tiendas, la nostalgia por lo ido, y donde los jóvenes encuentran la incertidumbre de lo desconocido. La lectura de la bruma, nuestra ancestral bruma, se encuentra bajo cada piedra que se levanta al doblar las hojas de los álamos y de la novela. Habla el volcán, habla el río, habla la montaña y la neblina, los muertos y los vivos, todos se confunden en una obra que por sí misma dialoga con cada uno de nosotros y nos cuestiona si hemos comprendido la trascendencia histórica de nuestro pueblo fabril, de nuestro hermoso valle, de nuestros coterráneos, de nosotros mismos.

Mi admiración a Mario Heredia y mi agradecimiento por su búsqueda de identidad hacia esta tierra que le ha visto nacer a él, y a mí, y porque ha escrito una obra que bien quisiera haber escrito yo.

María Elena Hinojosa, se presentó en la Casa de Cultura de Córdoba







Víctor Manuel Pino. Día Nacional del Ingeniero

















Víctor Manuel Pino Martínez, compañero universitario del grupo que llamaban "mazokos" . Término derivado de mazoquista (al que le gusta sufrir), que en los años 60, y en la gloriosa (lo de gloriosa se lo otorgo yo) Facultad de Ciencias Químicas de la U.V. se obsequiaba a quienes cumplíamos cabalmente las prácticas de laboratorio, que en algunos casos eran verdaderamente montadas por sádicos "preparadores". Alumnos de grupos superiores que prestaban su servicio social "preparando problemas químicos" que nosotros, los de abajo (nueva interpretación del término que acuñara Mariano Azuela) deberíamos resolver en cualquiera de las versiones: primera oportunidad, repite, repite de repite, y así hasta agotar la paciencia del preparador que terminaría reportando al alumno como inepto para el análisis químico cuantitativo o cualitativo.
Pino, ha seguido una carrera de mazoko hasta la fecha, pues no conforme con los diplomas al mérito que nos ganamos en la universidad, se ha hecho acreedor, el pasado 27 de junio, a un diploma al mérito, el día del ingeniero, en el puerto de Veracruz. Felicidades a Pino y a Liliana, su guapísima esposa, porque seguramente, como suele pasar, ella resuelve las situaciones y los diplomas se los dan a él.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Antinoo, Pessoa traducido por Cayetano Cantú y Férez Kuri


Antinoo
Fernando Pessoa
Versión de
Cayetano Cantú
y
José Férez Kuri
2000
Ácrono Producciones, S.A. de C.V.





Junio 2 de 2001, Cayetano Cantú visita en Orizaba el Museo de Arte del Estado y llueve! Nos habla sobre Antinoo y llueve justamente cuando empieza la lectura de su traducción al poema “Antinous”, escrito por Fernando Pessoa en 1915.

La lluvia, afuera, enfriaba el alma de Adriano.

El joven yacía muerto
En el bajo lecho y sobre su total desnudez,
se vertía la opaca luz del eclipse de la muerte,
Ante los ojos de Adriano, cuyo dolor era miedo.

Cayetano, vestido con una guayabera blanca, de suaves modales y dorados ojos, nos platica de su larga estancia en Grecia, en las islas, de cómo fue aprendiendo el idioma e incursionando como traductor, aunque nos explica que esta traducción la ha hecho del inglés, lengua en la que Pessoa escribió muy poco. Antinoo, debido al amor que el emperador Adriano sentía por él, es convertido en Dios después de su muerte, pues su imagen fue difundida por todos los ámbitos del imperio. Existen varios mitos sobre la causa de la muerte de Antinoo, quien muere antes de haber cumplido los 18 años ahogándose en el Nilo el 30 de octubre de 130 d.C. La versión más aceptada es que Antinoo se sacrifica para dar larga vida al emperador. Adriano solía ir a pasar el verano a la bella ciudad de Tarraco.






Estatua reconstruida de Antinoo,
Museo de la ciudad portuaria de Tarragona,
Comunidad de Catalunya.
Costa del Mediterráneo.
















Excavaciones arqueológicas del Anfiteatro Romano. Sobre el muro, la declaración de Tarragona como"Patrimonio de la Humanidad"




Panorámica del Anfiteatro de Tarragona
Fuente: Wikipedia.

Díptico o Génesis a Dos Voces, de Nati Rigonni Olivo

Díptico
UAEM
Editorial La Tinta del Alcatraz
2001



Para disminuir un poco el efecto que suele suceder en las presentaciones, de que alguien empieza a hablar sobre una obra de la que el público no tiene una idea clara, quiero ser muy cauta en esta ocasión: nos hemos reunido aquí para dar a conocer el libro titulado oficialmente Díptico, escrito por Naty Rigonni, quien tuvo a bien conferirme el honor de hacer esta intervención que estoy tentada a llamar modesta; sin embargo, no quiero correr el riesgo de que tal palabra califique a la presentación en sí misma, lo que pretendo es dar un adjetivo a mi actuación.
Retomando el asunto del título del libro, se preguntarán por qué he dicho “oficialmente”. Sucede que todas las ocasiones que Naty me ha hablado de él, se ha referido al mismo como “Génesis a dos voces”, por lo que sugiero que éste fuera el nombre cariñoso por el cual nos debiéramos referir a tal obra. Pensándolo un poco más, me parece que tampoco es suficiente referirse a él como “el libro de Naty Rigonni, a quien cariñosamente ella llama Génesis a dos voces”. El asunto es que lo que traemos esta noche entre manos, y es literal, es algo más que un libro.
Permítaseme explicar que aludiendo a los géneros literarios, el lector encontrará en él algo más que poesía, podríamos decir que hallará un relato, un diálogo; que existe en esta obra, aparentemente de prosa poética: un drama, un canto, un lamento, una historia. Para no abusar de las categorías literarias, diremos que la obra en cuestión es también un acertijo, una composición gráfica, una escalera (como ya lo menciona Carmen Nozal), una novedad; vive dentro un rompecabezas, un juego oculto, una decadencia, una supervivencia, un mundo, un universo, un embudo, una espiral, y ¡maravilla! La obra es también una ecuación matemática. No en forma de igualdad, sino de una desigualdad en la que los polos opuestos: femenino y masculino, van adicionando elementos, los multiplican, diría que los factorizan, y desarrollan un producto notable.
Continuo renacimiento se gesta en cada cópula, que es prolongada y sostenida por la poeta a través del mes de mayo y sus treinta y un días redondos, soleados como gajos de naranja agridulce que se van desgajando uno a uno, cayendo cual pieles que muda la serpiente, símbolo de la sabiduría.
La poesía se presenta como hija de esta unión: en el medio de la desigualdad se confunde, la voz de Amaranta con la voz de la poesía. Los poemas niegan que existe mayo, pero mayo es más que un mes. Mayo escrito con mayúscula es un personaje que aparece misterioso asomándose en los diferentes momentos de este libro, que no es libro, que se ha convertido en la vida de Naty, en su reencuentro con ella, con el sexo, con su pareja, con su vientre hinchado, con la experiencia de ser madre, con la añoranza por la visita de las mareas rojas de la luna que la han abandonado, con la tristeza infinita que le deja en sus mejillas noches interminables de llanto por sentir lo que la muerte puede hacer con los humanos.
Ella ha sido escogida para ser portadora de la vida. Mayo le demuestra con cada uno de sus dedos, que son los dedos de un Dios encontrado y re encontrado, que en cada momento que las niñas corren y saltan sobre la rayuela, es ella misma gestándose en su propio vientre aprendiendo a creer en un Dios que antes consideraba inexistente.
Naty nos demuestra que la maravilla de la vida, de gestar la vida, es una obra más grande de la que cualquier humano puede crear, aunque empiece con un hecho indiscutiblemente terreno, el más prosaico de todos: el desgajamiento de la naranja que todas las mujeres llevamos dentro. Este hecho tan aborrecido por la sociedad hipócrita, tan perseguido, tan castigado, se transforma en un acto divino, prolongación de la especie humana, pero he aquí que el génesis de Rigonni da dos gritos de parto: nace Amaranta de esa cópula, pero también nace la poesía. Y para Naty, este parto se origina en mayo, y Mayo es entonces el fruto que ella abreva del árbol del paraíso. Ahora los gajos son los de él que ella aprieta en su vientre y Mayo se yergue entre ellos como la poesía que ella reinventa para cantar a Amaranta y a su hombre.

Anita.... YO?

Quiero hablar de la Dra.©Ana María Zepahua Lazos, a quien cariñosa y sencillamente sus amigos llamamos “Anita”, una de las personalidades a quienes el pasado 5 de septiembre, en un auditorio lleno de flores, de juventud, de conocimiento y reconocimiento, el Grupo Educativo UNIVO al celebrar sus XX años de vida, reconoció el esfuerzo y entrega de quienes han formado parte de su historia.

Tuve la suerte de conocer a Anita en 1981, cuando inicié mi labor docente en el Instituto Tecnológico de Orizaba. Anita, cursaba entonces el bachillerato técnico. Nos hicimos grandes amigas y a partir de entonces, somos familia. En 1992 viajamos juntas a Cuba y en enero de este año 2008, hicimos un recorrido por el interior de China: de Beijing a Shanghai.


Anita es un ser humano dotado de una lealtad a prueba de cualquier situación, tiene el talento personal de aparecer en el momento que alguien la necesita, sabe ser útil al mismo tiempo que sutil, es discreta, atinada, se deshace de su ego como quien monda una naranja. Siempre da: siempre se da. Y si no recibe nada a cambio, sigue dando (se).





He dedicado a Anita el cuento “El Ministerio de la Envoltura”, 2004; el poema “Tri femia” publicado en mayo 2002 en la Revista “Castálida” del Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, Edomex; y recientemente, después de nuestro viaje a China, el poema

La mujer del tren

Nos despojamos de los guantes
como desciende de un vagón
el pasajero no esperado.

Los amargos rictus
que empañaban las ventanillas
calibraron la desnudez
de nuestras miradas.

Fue el té verde habitación
o un pequeño pez dorado
en la roja pecera de tus labios.

Sin tiempo para pintarte

ignoré el color de tu vocabulario.


Tri femia

Por la enredadera que protege al viejo balcón, manto de amatista incrustado de esmeraldas, desnuda, Julieta se descuelga lentamente. Intenso aroma de madreselva le penetra los muslos y estremece sus pechos de paloma, cuyo agitar de alas le inunda de suave calor las mejillas. Acomodada ya en el jardín, platica de un extraño sueño con la fuente, quien le contesta murmurando un lenguaje hasta ahora desconocido.
De pronto, Julieta soporta la dulce transformación del vello de su pubis en armadura sonrosada. Juana, la doncella, apunta amorosamente hacia ella con la punta de su flecha tensa sobre el arco de Orléans.
Mientras ambas sostienen esta lucha, la pluma de Sor Juana acaricia suavemente la redondez de sus contornos y, sobre un papel amarillento, desgarrado, escribe décimas indescifrables. Ruedan por el suelo toca y hábito.
Ahora, las tres galopan remontando a tientas la oscuridad, hasta que la aurora se devuelve desdoblando lentamente por la esquina del mundo: aroma de madrugada.
El norte está sembrado, pero de la tierra no brotará nada: está reseca. Sólo los billetes reproducirán a la monja, las estatuas de piedra a la doncella y las películas a Julieta, quien retarda el momento de su encuentro con el veneno. La tumba espera, mas no está dispuesta, ha encontrado una razón a su existencia.
Las tres vagan en el día y pernoctan en cualquier parte. Reunidas, esperan jugando a los dados; el mozo de los mil cuentos, nunca aparecerá, ha tenido pavor ante tanto abrazo.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Infinito, de Lilia Ramírez




Infinito
Revista Parteaguas
Otoño 2007, AÑO 3, N0. 10
Instituto Cultural Aguascalientes


Papá, ¿qué es infinito?, Que no se termina de contar nunca. Tal respuesta fue bastante difícil de aceptar, ¡cómo no se iba a poder! Para comprobarlo atosigué, durante toda una jornada a la cercana Sierra de Zongolica, a mi paciente maestra del segundo grado de primaria mientras recorríamos su pueblo natal a la búsqueda de aportaciones monetarias que me abrirían el camino hacia la crema y nata de la nobleza escolar: Reina de la Primavera. Debido tal vez a que la bondadosa profesora había sabido conservar sus amistades, o a la gracia que mis escasos años exhibían, conseguimos reunir mayor cantidad de dinero que los otros grupos de nuestra escuela, sin embargo, nuestros esfuerzos resultarían vanos, puesto que el cetro iba a serme arrebatado por el injusto veredicto de la Dirección, quien a última hora decidió otorgarlo a la candidata del sexto grado, argumentado en la cercanía de su egreso (me pregunto todavía si el director padecía cierta aversión a convivir con una reina legítima).

De cualquier manera, sentada en el trono de la corte que presidió las fiestas primaverales de ese año, en el desaparecido Barrio Textil de Cerritos, al norte de la ciudad de Orizaba, la usurpadora portó con descaro una hermosa capa de terciopelo rojo, cetro y corona, financiados con los recursos de los antiguos vecinos de mi obediente profesora.

El asunto es que, como dije antes, durante el viaje a la Sierra conté y conté sin parar: uno, dos, tres…, ciento uno, ciento dos, ciento tres…, mil uno, mil dos, mil tres…, diez mil uno, diez mil dos…, cien mil uno, cien mil dos…, ¿Qué sigue después del novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve?, Un millón, contestó inmutable mi maestra. ¿Y después?, Otra vez un millón uno, un millón dos. Inmediatamente advertí la trampa: no había novedad en los términos para nombrar los números mayores, se trataba de una simple repetición que volvía a empezar cuando se llegaba al límite. Entendí que con ese sistema, realmente no se acabaría nunca de contar, pues no era cuestión de genio, sino una treta inventada para no tener final. Inmediatamente perdí interés en seguir la comprobación de tal asunto y me dediqué a observar a los perros callejeros que en el pueblo de mi maestra abundaban, y a sonreírles a los rancheros que, ataviados con sombreros y huaraches, depositaban en la urna de recolección arrugados billetes y sonoras monedas como contribución al logro de un trono, predestinado a ser arrebatado.

Pasados muchos años, de viaje nuevamente por esa exuberante y majestuosa Sierra debido a motivos muy diferentes a colectar dinero, observé arrobada algo que había olvidado viviendo en la ciudad: el plateado cielo que cubría toda la bóveda celeste, manifestaba tal aglomeración de estrellas que no quedaba sitio para una más. Encriptada en las ondas de un ladrido lejano, la respuesta de mi padre llegó como una revelación: infinito es, que no se termina nunca de contar.

60 años de Federico Turnbull, (Le Monsieur)





Como integrante de la Gloriosa Generación 66-70 de Ingenieros Químicos de la Facultad de Ciencias Químicas de la U.V., me siento muy feliz de estar aquí reunida con todos ustedes, familiares y amigos de Federico Turnbull Muñoz, para festejar con él sus 60 años de vida. Agradezco la invitación que me hiciera su hermana Marilú, para participar en estas remembranzas de su juventud, que es la nuestra.

Es una celebración, pero más que eso, me gustaría que pudiésemos considerarlo también un homenaje a un amigo, colega, paisano, gran profesionista, hombre noble, honesto, que desde joven, se adueñó de un bagaje cultural muy extenso.

Si ponemos atención a nuestra memoria, veremos otra vez a “el mesié” (apodo que Federico se ganó gracias a sus conocimientos de lengua francesa), discurrir su discurso favorito sobre la problemática belicosa en el oriente medio: conocía los nombres de gobernantes, ministros, héroes y caudillos de la agreste situación política del naciente Estado de Israel el cuál, curiosamente, el 14 de mayo de 1948, coincidiendo con el año de nacimiento de nuestro amigo, fue proclamado como nuevo estado con la voz de David Ben Gurión. No es extraño que, con el tiempo, Federico se ganara una beca para estudios de posgrado en ese país.

También recuerdo que Federico, cuando lo conocí en 1964, ya dominaba el idioma inglés y como ya he dicho, estudiaba francés. Sin embargo, hasta cierto punto era tímido, se ruborizaba con facilidad cuando hacíamos bromas o algo le sonrojaba: al mismo tiempo que se quitaba los lentes cerraba sus ojos y una gran sonrisa cubría su rostro que se tornaba rosáceo, lo recuerdo tan vivamente como lo veo ahora, sentado aquí.

En el grupo de estudiantes que éramos entonces, subsistíamos una muestra de todo el estado de Veracruz como en una colmena: de las Choapas a la Huasteca; de las grandes Montañas a la Cuenca y los Tuxtlas; de los productos notables a los zapatos de obrero; de los “mazokos” a los atletas; de los enamorados a los ratones de biblioteca. Esta colmena se formaba de celdillas en las que cada subgrupo, igual que en la Tabla Periódica, tenía sus propios códigos y a veces resultaba muy difícil enviar o recibir mensajes entre ellos. Federico siempre fue ecuánime, aconsejaba sensatamente cualquier situación de desacuerdo que surgiera entre nosotros. Nos inspiraba respeto. La figura de su señor padre, Don Federico, empleado de alto nivel de la entonces Cervecería Moctezuma, era un personaje a quien todos admirábamos en secreto, a pesar de que no compartiera sus conocimientos con nosotros formalmente, representaba el modelo a seguir por la mayoría: llegar a ser un ingeniero de proceso, descifrar los diagramas de flujo, entender los secretos de los reactores, dar vida a las fórmulas, desentrañar las propiedades de las sustancias; la fragorosa vida del ingeniero químico en campaña.

Con los años aprendí que no eran los reactores, ni los diagramas, ni el flujo de materiales en quienes debía gastar mi energía, agotarme hasta caer rendida. Entendí que lo más importante de la planta química, de nuestros trabajos, de nuestros empleos, de nuestras familias, es el servicio y entendimiento que existe entre los seres humanos. Que aquellos códigos diferentes que tuvimos cuando jóvenes, separados por nuestras propias características químicas y físicas, se han convertido en una estructura molecular que nos agrupa hoy armoniosamente y que nos permite juntos, rendir homenaje por su vida, a nuestro colega, a nuestro querido amigo y hermano: Federico Turnbull Muñoz.

Orizaba, Ver. 19 de julio de 2008

Vertebrario de los Ocasos, de Enrique Quiroz












Rocío Oltehua, Hugo López Fernández, Rosalía Alvarado de Nani, María Elena Hinojosa Córdova, Leonardo Jiménez y Nati Rigonni en el Foyer del Teatro Llave.

Rocío Oltehua, representante del Grupo Cultural de Desarrollo y Gestión Arteria, fue la conductora de la mesa en la que se presentaron los poemarios Vertebrario de los Ocasos del poeta acayuquense Enrique Quiroz y Tierra de Sol de la escritora orizabeña Lilia Ramírez, quien con este poemario se hizo acreedora al 3er Lugar en los XLIX Juegos Florales Nacionales en la Cd. de Papantla de Olarte, Ver. el 23 de mayo de 2008.

La crítica del trabajo de Quiroz, la hicieron muy acertadamente, los poetas locales: Nati Rigonni Olivo y Hugo López Fernández, quienes junto con Lilia Ramírez, son ex compañeros del taller Libre de Creación Literaria “Parménides García Saldaña” de esta ciudad. La lectura de los poemarios se llevó a cabo con las voces de Yolanda I. Castro de Flores y Lilia Ramírez, quienes deleitaron al auditorio con una poesía fresca, contemporánea, vigorosa y fuerte, que refleja la sensibilidad en el quehacer artístico de nuestro hermoso estado de Veracruz.



Orizaba, Veracruz, 10 de junio de 2008
Teatro Ignacio de la Llave.
10 de junio de 2008
19:30 hr

Lectura y Comentarios:

Nati Rigonni Olivo
Hugo López Fernández
Yolanda Castro de Flores
Lilia Ramírez






Vertebrario de los Ocasos

“…era un niño tallando una madera
que nunca tuvo forma. Era un niño
mirando a contra luz el contorno
de las chicharras muertas. Era un niño
confundido en las formas y colores
de los fantasmas poblando la casa…”

Enrique Quiroz

Sobre el poemario de Quiroz, Rigonni dice:
«… Es este un poemario muy intenso, un poemario que apuesta lo mismo por el largo aliento que por la contundencia del poema breve, es este un poemario donde el amor, fiera acechante, es más bien una pasión. Un poemario, al estilo de Baudelaire, maldito y al mismo tiempo luminoso donde “El paisaje es una nube blanca que intenta resarcir la luz.”»

Al finalizar las lecturas y comentarios del público, el M.C. Armando López Macip, en su calidad de Coordinador de Cultura, entregó los diplomas que otorgó el H. Ayuntamiento de la Ciudad a los participantes, acto seguido, se ofreció un Brindis de Honor en el Foyer del Teatro Llave, donde se organizó una tertulia cuyo tema principal, fue la poesía.

Balada para la gente común, de Edmundo López Bonilla




Dar título a una obra de cualquiera de las Bellas Artes es una tarea difícil para los creadores. Ya que éstos piensan varias alternativas antes de decidirse por alguna de ellas. La dificultad de la tarea consiste en escoger un nombre que refleje de una manera lo más acertada posible, aquello que se desea transmitir.

Si de pintura abstracta se tratase, cuando no queda claro lo que representa el cuadro que se contempla, nos auxiliamos del título para comprender un poco el significado. A veces lamentablemente, nos encontramos con una etiqueta que dice: S/t (sin título), a mí me sucede en estos casos, que sufro una especie de desamparo, pues queda a mi total responsabilidad descifrar el mensaje contenido en la obra. A veces, también he sufrido estos desencuentros con la escultura.

El título de “Balada para la gente común”, es una paradoja, yo la entiendo como una balada de la gente común, es decir, gestada a partir de esa gente que contemplamos todos los días, en cualquier parte, en el mercado o en el autobús, en los parques públicos, en las calles, en los vendedores que tocan a nuestra puerta… tales son los personajes que conforman estos veintiocho relatos que López Bonilla esquematiza en su libro, logrando en algunos textos captar con claridad la esencia de los personajes más allá de los costumbrismos, de las tradiciones. Cito a Alejo Carpentier en su ensayo “Problemática de la Actual Novela Latinoamericana”, UNAM, 1964, p. 12.

“No es pintando a un llanero venezolano, a un indio mexicano (cuya vida no se ha compartido en lo cotidiano, además) cómo debe cumplir el novelista nuestro su tarea, si no mostrándonos lo que de universal, relacionado con el amplio mundo, pueda hallarse en las gentes nuestras – aunque la relación, en ciertos casos, pueda establecerse por las vías del contraste y las diferencias.”

Aunque se trata de un ensayo sobre el género de novela, este mérito lo logra López Bonilla por ejemplo en los cuentos “Alegría truncada” y “Despertares”, donde los personajes trascienden a lo universal, al drama humano que puede reproducirse en cualquier parte del planeta.

Sin embargo, tres son las características principales que he identificado en estos relatos y a las que quiero aludir en este ensayo:
En primer término, me referiré a los protagonistas. Una característica de estos textos es que se manifiesta una gran capacidad para animar en ellos una amplia gama de pasiones: remordimiento, desamparo, soledad, avaricia, incredulidad, voracidad, venganza, adulación, y otros sentimientos crudamente descubiertos, desnudados, concatenados por estos personajes cotidianos que se presentan ante el lector con vida propia: atormentados o tristes, decepcionados o engañados, perseguidos y decepcionados, desde el campo a la ciudad, del amor a la incredulidad, de la pobreza a la persecución, de lo irónico a lo trágico. Por otro lado, al leer las historias, se encuentra uno con que cada personaje se desenvuelve con acierto, el perfil con que se nos ha dejado entrever corresponde a sus acciones, y aunque existen sucesos imprevistos, éstos corresponden al mundo, a la incertidumbre de las cosas de la que todos participamos en nuestro devenir. Sin embargo, sus acciones corresponden adecuadamente a lo que se espera de estos héroes o heroínas, es decir, están bien definidos psicológicamente. El autor logra transmitir sus características de una manera acertada y convincente. Uno se pregunta, qué no habrá visto Mundo en su vida, que puede recorrer una gama tan amplia de las pasiones en las que cada uno de nosotros caemos, cuando solamente somos un dato estadístico, como en una red que atrapa al azar a sus víctimas.

En segundo lugar me referiré al contexto: se advierte un continuo regreso a la campiña, al monte, a la vida rural, manifestado a través de un gran dominio sobre el conocimiento de la labranza, de los cultivos, de la flora y la fauna, de las costumbres de los ranchos. Existe también en el texto una constante alusión a la vida obrera y la lucha de clases, a la separación entre ricos y pobres caracterizados por arquetipos irreconciliables, aunque los relatos se enfocan más bien desde el punto de vista del proletario.
En tercer término, me referiré al lenguaje; se muestra un gran esmero en la selección de los términos, un lenguaje poco común. Nuestro autor se aplica en la búsqueda de palabras nuevas para describir, nombrar, calificar escenas cotidianas. Términos tales como tufillo, pantalla de torturas, redomas, errancia, muina, hurañez, chamusquina, acibarada, yerro, comba, debacle, pergeñado, se entremezclan con los personajes que pueblan las historias que nuestro autor narra. Yo lo veo una audacia, un hábito que poco a poco ha sido desarrollado hasta convertirse en una característica, en un distintivo fácilmente reconocible de Mundo López Bonilla, quien se adentra de una manera enciclopédica al uso del lenguaje.

Edmundo López Bonilla, amigo de hace muchos años, consolida con este libro, un estilo propio al ahondar en el alma, en el alma de la gente común.

Orizaba, Ver. 31 de julio de 2008
19.00 horas

Sala General Ignacio de la Llave
(Altos del Palacio de Hierro), Orizaba, Ver.
Lectura y comentarios:

Lilia Ramírez
Hugo López Fernandez
Edmundo López Bonilla

jueves, 17 de julio de 2008

Teatro en Atril, "La Señora de Gris", de Reynaldo Carballido

Martha Elsa Durazzo y José Pablo Vega Castillo, estuvieron geniales durante la lectura de la afamada obra "La Mujer de Gris", en el Marco del X Encuentro Nacional de Escritores, coordinado por la UEEV bajo el auspicio del H. Ayuntamiento de Fortín de las Flores.

Martha Elsa, narradora y presidenta de la UEEV, muy adecuada representando a una mujer madura que quiere y no quiere tener una aventura con un joven...

Felicidades a quien realizó el casting...

Reynaldo, quien fue homenajeado durante el Encuentro por el alcance internacional que ha logrado como dramaturgo, es el autor de la obra.









El Presidente Municipal de Fortín de las Flores, Ing. Ángel Sánchez Rincón, su esposa, el dramaturgo Carballido, y algunos escritores.

XLIX Juegos Florales Nacionales en la ciudad de Papantla de Olarte, Ver.




El 23 de mayo de 2008, cuando llegaban a su cúspide los festejos de la Feria de Corpus Christi, el H. Ayuntamiento, los Comités de la Feria y el Mantenedor de los Juegos Florales Nacionales y Juveniles, el poeta Ariosto Uriel Hernández, se reunieron con los poetas para entregarles sus premios en una grata ceremonia en la que leyeron los trabajos ganadores.

En Papantla, el mercado es festival, el cielo, punto de partida de los voladores que viven en él. La poesía vive en el cálido mirar de su pueblo, en las exquisitas obras del Museo Teodoro Cano, en la mano estrechada con orgullo de quienes han sido ganadores muchas veces de otros concursos, poetas por derecho del

Totonacapan, olorosa llama,
color de crujido tierno,
sabor de mazorca roja
que desgrana
con su cuchillo, el tiempo.

La escritora Martha Lydia Vivanco y su libro "De Mares Lunas y Amores"






Figura sobresaliente de la difusión de la lectura en el centro del estado de Veracruz, Martha Lydia Vivanco Ricaño, contribuye con esta obra a divulgar su propia interpretación de la luna, del mar, del amor. Para ello, liga presente y pasado bajo un cielo al que juzga de indefenso, como si con ello aludiera a su propia indefensión ante las pasiones a las que la vida nos enfrenta: enamoramientos, desengaños, despedidas, muerte.

Este poemario, en el que ella marcha con paso intenso, es su voz que habla en nombre de todas las voces: el irremediable ciclo de nacer para morir, aprovechando la existencia para disfrutar cada detalle por cotidiano que pueda parecer, reflexionar en él y eternizarlo en el lenguaje de la poesía. Ella, quien desea ser dibujada en el agua, en secreto, con la luz a cuestas, nos transmite su aprendizaje sobre la fugacidad de toda actividad humana. El eterno renacer que a través de su obra puede apreciarse, nos ayuda a apreciar el lenguaje que las situaciones comunes a toda existencia nos obsequian, si tenemos la sensibilidad suficiente.

Martha Lydia, me consta, es una empedernida de la lectura, del aprendizaje, de la constante actualización, por lo que este poemario seguramente será seguido por otras obras que nos muestren más de lo que ella ha escrito con tanto empeño, entregada al oficio de enseñar para aprender.

El escritor Mario Islasáinz, y su libro “En tu nombre”.


1. El Poeta.
Mario Islasáinz, Córdoba, Veracruz, México, diciembre de 1959
Lic. en Psicología con estudios en Filosofía y Letras.
Maestría en Literatura Hispánica

Delegado de la Asociación de Escritores de México. SOGEM. 1995-96.

Fue becario del IVEC durante 1999-2000 en el género de poesía.

Coordinador de tres talleres de creación Literaria que funcionaron en el Museo de Arte del Estado, con sede en la ciudad de Orizaba.
Ha participado en más de una cuarentena de encuentros de escritores por todo el país, desde 1983.
Desde 1990, imparte talleres y seminarios de Lectura y Creación Literaria para diferentes instituciones del país.
Director- Editor de la Revista literaria “Pasto Verde” desde 1993, con la cual ha obtenido los reconocimientos nacionales para revistas independientes “Edmundo Valadés”, en 1996 y 1997.
Vicepresidente de la Red Nacional Autónoma de Talleres Literarios. 2002.
Coordinador General del 1er Encuentro Nacional de Escritores, organizado por la Casa Laboratorio de Expresión y Talleres Libres, A.C., del 24 al 26 de mayo, de 2007, en el Museo de Arte del Estado de la Ciudad de Orizaba, Ver.
Promotor y Difusor Cultural Independiente, desde siempre.
2. Su obra.
Ha sido antologado en:
Antología de Poetas. INBA 1990. México. D.F. Escritores Veracruzanos. Hojas de Utopía. 1995. México. D.F. Poetas Veracruzanos. El cocodrilo Poeta- 1996. México. D.F. Muestra de Poesía Veracruzana. Cultura de Veracruz. 1998. Xalapa, Ver. Martirologio de este siglo, Homenaje al Marqués de Sade. UAM X. 2001. México. D.F. IV Maratón de Poesía. TunAstral-Gobierno del Estado de México. 2002. Toluca. Méx.V Maratón de Poesía. TunAstral-Gobierno del Estado de México. 2003. Toluca. Méx.VI Maratón de Poesía. TunAstral-Gobierno del Estado de México. 2004. VII Maratón de Poesía. TunAstral-Gobierno del Estado de México. 2005.
Libros publicados:
Luna breve, Col. Retorno de Quetzalcóatl. 1994. Orizaba, Ver. Poesía.
Mi cuerpo de río. Col. La Hoja Murmurante. 1995. Toluca. Edo. De México. Poesía.
Desfiguraciones. Ediciones Nandayapa. Chiapas. 1996. Poesía.
Recuento de imágenes sorprendidas. Col. Acayácatl. 1997. Poesía.
Sábado entero para amanecer domingo. Edit. Com. Morelos 1997. Cuento.
Autorretrato de abril. 1997. Poesía.
El Buscador. Cultura de Veracruz. Xalapa. 1997. Novela.
Prosas en Consecuencia. 1998. Poesía.
Autorretrato Nocturno. Col. Los Hijos de Ahuaializapan. 1998. Poesía.
Breve recopilación de poemas. IVEC- Museo de Arte del Estado. 1999.
Ajena Mía. Ediciones Metlac.2002. Córdoba, Ver. Poesía.
Cuerpos Poemármoles. UAEM-La Tinta del Alcatraz. 2000. Poesía.
Lengua de aguacero. Ediciones La Propela. 2000. México. D.F. Poesía.
En tu nombre. (preámbulo) Edit. Los Hijos del Maíz. 2001. Poesía.
Reflecturas. Col. Atarazanas. IVEC. 2002. Poesía.
En tu Nombre. Editorial Praxis. 2002. México. D.F. Poesía.
Sin tus ojos, amor, niña rosa. Linajes Editores. 2004. México.D.F. Poesía.

3. El hombre.

El que no duerme, ni llora.
“ El Mario”, como a él gusta que le llamen, no puede dormir, no puede llorar y fuma todo el tiempo mientras bebe café con cinco cucharadas de azúcar cada taza. Mario piensa más en los demás que en sí mismo. Da y da y da. Se da todo él cuando no está escribiendo. Y cuando está escribiendo, también se da todo a través de las letras. Mario es muy disciplinado para tallerear los trabajos. Asistir a su taller es un privilegio que todos entendemos, sin embargo, él nunca acepta un “gracias Mario”, siempre contesta: “de qué”, de una manera que de veras te hace sentir que no ha hecho nada por ti y que uno ha logrado escribir mejor, gracias a su propio esfuerzo.

4. El libro.

“En tu nombre”. Editorial Praxis, Colección Dánae, México, D.F., 2002.

No te he llorado, Padre,
Me da miedo la primera lágrima,
Me remonta al mar que nunca miré contigo,
Bastaba echar una ojeada a tus ojos
Para estremecerme ante la inmensidad
.” (pp. 32)

El libro “En tu nombre”, se compone de ochenta y seis páginas que contienen ochenta y cuatro sentidos poemas que “el Mario” escribió a la memoria de su padre, quien murió a causa de un accidente en las vías del ferrocarril que cruzan la entrada a la ciudad de Orizaba.

Si alguno de ustedes preguntara cuál es el color de las páginas de este libro, sin lugar a dudas contestaría: azules; si desearan conocer su extensión, la respuesta sería: tres generaciones; si quisieran saber su edad, sabrían de inmediato que eternamente lucirá once lustros. Para seguir describiendo esta obra titulada “En tu nombre”, también explicaría su sabor oscilante entre el deleite y la amargura; su procedencia desde formidables ríos que algunas veces contienen lágrimas y otras, arrastran una corriente de risas, pero siempre desembocan en un mar color de ojos.

Copiosas lluvias fertilizaron la tierra donde este libro fue gestado: cierta habitación ataviada con una colcha familiar, donde una silla blanca sostiene perenne la presencia de un hombre que luce siempre apuesto, desde la perspectiva de un Mario niño, que transportado por un vientre materno, alcanza la orilla de otro niño Mario, el heredero de la abuela y sus sonoras carcajadas.

Por otro lado, la pinche muerte no ha podido despojar a su rival, la madre suspendida sobre el baile, del amante-padre cuyos ojos y maneras suaves, le han señalado el camino hacia el jardín color tarde verde agua, en donde un rayo de sol se enreda entre hojas y proyecta sombra de marios, los cuáles son tres y la misma persona, como perfecta Trinidad.

En las páginas de “En tu nombre” vive también el otro, el pequeño, el dulce y tierno hijo menor, quien tendido en la cama, con los brazos en cruz, repite anhelante: Toto, Totito.

El hijo-padre ha recogido la semilla, aprendido a cosechar las enseñanzas del hombre-joven-guapo; su buen humor convertido en chistes; su saber disfrutar la vida. Se debate entre los polos de una misma escala: en uno de ellos está su padre muerto, en el otro extremo, el padre está vivo. Por momentos, reconoce la ausencia del ser amado, llora amargamente sin derramar alguna lágrima y se mantiene a distancia de la tumba sobre la que no quiso depositar ni un puño de tierra, reconociéndola como propiedad ajena, a la que le está vedado entrar. Otras veces encara la Muerte, no la de su padre, sino a esa desoladora y loca destructora, que vive agazapada en todos los tonos de azul del acero.

Finalmente, este libro dota solamente a uno de los tres marios (la incertidumbre queda para ustedes), de zapatos nuevos, luminosos. Zapatos que no han andado todavía el camino de esa noche que imprimió huellas negras en las plantas de los pies del que yace ahora en la tumba, cuando anduvo buscando por la vida, sin saberlo, al poeta de su muerte.

martes, 15 de julio de 2008

Portaldelescritor.com





Poemas tomados del libro: ¡Más luz!
ISBN 978-84-935713-8-2
Impreso en España


Silencio de sirenas

Soy sirena silenciada
por la gubia que talla la madera.
Soy sirena de desierto, lagartija,
y me brotan por los ojos las arenas.

El trigal es un demonio.

El pan se parece a los beduinos
que se tapan del sol con manto de agua,
se comen los higos del rebaño
y a las seis ordeñan a las cabras.

Soy yo, quien las ordeña
antes de sacrificarlas,
antes de dejarlas ir por el arroyo,
antes de convertir en pan los arenales,
antes de morir de hambre entre los riscos.

Y en este trigal de todos y de nadie,
admiro a los que, antes que yo,
se atragantaron con hierba, muriendo
de este amarillo intenso,
de este ahogo de sirenas.


Morir con las manos de mi madre

Quiero lavar mis celos de infortunios,
quiero cegar mis ojos con tizones,
quiero dar de comer a los muertos de hambre,
quiero ser los labios que en sus pechos
sepultan girasoles.

Quiero morir con las manos de mi madre,
ser la madre que desgaja corazones,
quiero andar por el camino, amarillo, maldito, bendito,
indescifrado
con pies que han aplastado
semillas de martirio.


Desconfianza

A veces desconfío del silencio del bosque
por las inexactas sombras
que proyectan sus contornos.
Del aire que muda sus huecos en las ramas
y de las cortezas desgajadas
con palpitantes congojas.

Desconfío de los rítmicos
pájaros carpinteros, de
sus códigos sonoros,
de las agonizantes flores
que gimen al sol por un destello
mientras sensuales rosas
ceden a la corona sus espinas.

Desconfío de la luz
cuyo acróbata sin cuerda
no deja huella en las arenas.
Porque vacía de Él,
yo también paseo mi cruz
por las tardes de madera,
entre frascos de romero
y cadenas de papel de china.
Desconfío de la zábila,
de los caracoles que la anidan,
de los alcatraces cuyas bocas secas
claman al arroyo caprichoso.

Desconfío de los niños que abarrotan
la parroquia,de su campanario
llamando a la piñata
para secar sus lágrimas de hambr,
cuando la ciudad entera
es un capullo abierto por la plaza,
vendedores de palmas santas
adornadas con brillantina:
Dolorosas imágenes.

Cientos de alacranes emergen de las cloacas.


Desconfío cuando todo
el cuerpo me sabe a rosa seca
y en mi memoria se malgasta la rayuela
por los vestidos de moños cuyos holanes
se desgarraron en riñas fraternas.
Desconfío cuando escucho los pasos
de la que fue mi abuela
y siento a otra abuela surgiendo de mi cuerpo:
cinco generaciones renuevan
cien vuelos de palomas
que atrapadas, se maltratan de las alas.

Desconfío del jardín paterno,
pues no me pertenece.
¿Qué haré yo para encontrar un sitio
donde mi niñez recobre su sombra exacta?


Lilia Ramírez




Latinoamérica Escribe 2006



Cuento publicado por la editorial Raíz Alternativa, Buenos Aires, Argentina, en la Antología "Latinoamérica escribe 2006"



A Saramago

Sin proponérselo, Marifer hizo un gran descubrimiento como consecuencia de aceptar turno mixto en su empleo. Amante del placer de dormir y porque su organismo verdaderamente así lo reclamaba, por años, al final de la comida, había tomado una breve pero gratificante siesta. A raíz del cambio de horario, este ligero descanso devino en una hora completa de sueño.



Marifer, poco a poco fue habituándose a actividades propias del despertar antes del cotidiano regreso a sus labores vespertinas: apresuradamente estiraba las sábanas; desentumía sus músculos con escasos minutos de gimnasia, seguidos de un rápido duchazo; seleccionaba con coquetería su atuendo y se vigorizaba de golpe con café hirviendo. Después de un mes o dos de esta nueva rutina, tuvo la impresión de haber vivido al doble, los días del calendario.



La sensación le gustó tanto, que para incrementarla, replaneó su horario de descanso: dividió las nueve horas de sueño total, ocho nocturnas y una vespertina, en dos sesiones de cuatro y media cada una. Para facilitar al lector la comprensión de cómo eran ahora sus días duplicados, diremos que se dormía a media noche, se levantaba cuatro y media de la madrugada y sin omitir ninguno, realizaba los ritos que anteceden toda partida a un empleo. Salía rumbo a sus labores a las seis a.m. La holgura de que disponía, le permitía llevar a cabo las tareas domésticas dejadas antes en manos de gente ahora innecesaria. Al regreso, justo a las doce del día y ataviada sólo en un minúsculo underwear, corría el prolongado y grueso cortinaje de su habitación para penetrar sin los sobresaltos del calor, el mundo onírico. Despertaba cuatro treinta de la tarde; repetía las obligaciones antes descritas y con renovados bríos, se dirigía a su trabajo. Así transcurría un día solar, convertido por ella en dos días funcionales.
Poco a poco, se revelaba en su mente lo que podía significar esta inigualable y magnífica experiencia: la seguridad de haber hallado la fórmula perfecta para disfrutar la vida como nadie.



Después de un tiempo, pensó que aún podía aumentar los beneficios si subdividía el sueño en tres sesiones de tres horas, creando aún más despertares. Para poner en práctica esto, reorganizó sus actividades: duchábase una vez sí y otra no; hacía ejercicio con menor frecuencia; alternaba tender su cama con tomar café y bizcochos. Buscó sin descanso opciones para que sus tres periodos de vigilia, de cinco horas cada uno contenidos en un día solar, le rindieran de tal suerte, que llevara a cabo todas las actividades inherentes al cuidado de su cuerpo, pero también pudiera atender sus compromisos laborales y sociales. Sin embargo, fue registrando tal profusión de recuerdos, que sufría temporales desubicaciones acerca de la cronología de cada día, por lo cual recurrió a la treta de referirse a ellos agregando a los nombres convencionales, incisos literales. A partir de entonces, en sus monólogos, se refería al lunes a, al martes b o al domingo c.



La experiencia era tan alucinante, que Marifer se admiraba de cómo, una idea tan sencilla, no se le ocurrió antes a nadie en el mundo: toda la humanidad, por siglos, cayó en la trampa de contabilizar la duración de los días con base en la rotación de la tierra, inflexibilizando con ello, el transcurso de sus vidas. El régimen inventado por ella, podía permitir a cualquier persona, como lo probaba la evidencia actual, contemplar en tiempo real los portentos de la naturaleza ocurridos en diversos horarios: disfrutar por igual la puesta o la salida del sol, la belleza del arco iris; mirar los tres rostros de la luna; sentir la exaltación que provocan las estrellas fugaces; asombrarse del movimiento de las constelaciones, de los juegos de luces de la aurora, de las siluetas de las tormentas, y cualquier otro fenómeno que podamos imaginar, aunque nunca lo hayamos observado directamente.



Feliz con sus observaciones y convencida a plenitud de que tal situación le brindaría adicionales ventajas sobre el asunto de vivir más días que la humanidad entera, quiso ir más lejos: dividir el sueño en espacios más cortos…
Cuando llegó a subdividir en diez periodos oníricos un día solar, cada uno de estos medían cincuenta y cuatro minutos, y dado que este lapso no le pareció muy fácil de registrar en su reloj despertador, -instrumento indispensable a estas alturas para controlar las alternancias entre los ratos dormida y en vigilia-, decidió ampliar estas sesiones a una hora, lo cual facilitó su manejo. Esta fracción, arrojó la cantidad de diez horas de sueño por día. Los espacios de vigilia se redujeron a ochenta y cuatro minutos, o sea, representaron una hora veinticuatro minutos, durante los cuáles Marifer permanecía despierta antes de volverse a acostar. Estos ajustes la colocaron en la apremiante situación de hacer arreglos adicionales a sus costumbres: cuando no iba a salir de casa no se quitaba la pijama, lo cual podía suceder un lunes, martes o miércoles, nombrados actualmente con alguna de sus correspondientes subdivisiones: a, b, c, … h, i, j. Desde luego que empezaba a confundirse y eran menester minuciosos registros para no extraviarse: sobre una cartulina blanca, afortunadamente almacenada en su estudio, construyó un código de registros.


Por entonces, sólo casos de extrema urgencia la animaban a salir de compras, pues el pequeño espacio de ochenta y cuatro minutos del que gozaba despierta, le resultaba insuficiente para hacer viajes a la tienda cercana. Le costaba verdaderos malabares mentales identificar cuál de los días, si el a, el b, el d o el f, era propicio para evadir las terribles colas de las quincenas solares cuyo significado no había olvidado: las tiendas se convertían en clubes sociales, guarderías y sitios donde competían ofertas de objetos inservibles y comida de plástico. También trataba de esquivar las vísperas de fiestas nacionales y religiosas por las compras de pánico de bebidas espirituosas que incitaban; las temporadas de regreso a clases con sus interminables listas de útiles inútiles; la celebración de San Valentín que encarna en objetos el amor y la amistad, del día de las madres, de los padres, del maestro, del niño, de los fieles difuntos... en fin, una lista escalofriante de eventos que ocasionaban aglomeraciones en los centros comerciales.



Al llegar Marifer a subdividir el día en veinticuatro porciones, tuvo conciencia de que debía dormir veintidós minutos y medio convertidos en veinticinco (según las razones antes expuestas de manejo del reloj despertador), por cada treinta y cinco minutos de vigilia. Todavía logró identificar las veinticuatro porciones, resultado de la descomposición de un simple día solar, pero el abecedario estaba a punto de agotarse y no encontraba la manera de hacer mayor número de particiones sin confundirse. Había cambiado de estrategia para encontrar espacio de darse un baño, de alimentarse, o de salir a comprar provisiones: empleaba como base todas las subdivisiones de la misma letra, los miércoles, jueves o viernes etiquetados m, querían decir disfrutar del agua; los n, ingerir una rebanada de pan acompañada de un vaso con leche; los a, los usaba para subir tres o cuatro veces las escaleras (no se trataba de perder la salud); los g, se daba tiempo para las necesidades corporales; los p, veía un rato las noticias de la televisión, pues tampoco era conveniente desconectarse de un mundo que ahora disfrutaba tanto, viviendo una cantidad de días la cual nadie antes que ella, logró en este planeta. Vaya, ni Matusalén ni algún otro viejo centenario citado en La Biblia; era un privilegio personal la cantidad de días por ella logrado. A este ritmo, calculaba, viviría veinticuatro veces más que cualquier mortal.


Cuando duplicó esta cifra, sus lapsos de sueño andaban por once punto veinticinco minutos convertidos en quince, por las razones que el lector conoce. Extrañada notó que sus periodos despierta, medían los mismos quince minutos. Resultó muy difícil para Marifer llevar la cuenta, o siquiera identificar uno a uno los cuarenta y ocho días que componían, o descomponían, un día solar. Se la pasaba haciendo anotaciones; las matemáticas no eran su fuerte, y lo peor es que los escasos momentos despierta, no le eran suficientes para buscar información sobre un mejor sistema para llevar sus registros, organizar su agenda, discernir con claridad en qué día vivía. Terminó por usar la técnica de dibujar rayitas en su vieja cartulina hasta llegar a cuatro, y cruzarlas con el quinto día. Era un procedimiento cómodo, que no requería de mucho espacio, propiedad crucial: el papel se le estaba acabando y no se atrevía a salir a comprar más, ya que no deseaba echar a perder el difícil y exclusivo plan que estaba ejecutando con tan magníficos resultados. El número de días era sorprendente, a juzgar por la cantidad de montoncitos de cinco acumulados en la cartulina, sobre la cuál ya escribía encima de las primeras anotaciones: aquellos controles perfectos apoyados en el alfabeto. Reconocía en este asunto una especie de vicio.


Sin estar del todo satisfecha, y gracias a una intuición sólo alcanzada por verdaderos genios creadores, decidió llegar hasta las últimas consecuencias. Ahora, Marifer pasa en su cama absolutamente todos sus dos mil ochocientos ochenta días de medio minuto, cerrando los ojos durante veinte segundos por cada diez que los mantiene abiertos.







Flores del Cosmos


“Dios no se sirve de otra cosa sino de amor....
...porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada”


S. Juan de la Cruz




Flores del Cosmos






Conejo lunar,
juguete luz celeste,
amor de niño.


En la red de luz
que la estrangula, viaja
Luna en el río.


Pájaro Luna
recamado de plata,
lengua de luz.

Luna Ceniza,
errante luna seda;
de madrugada
alcanzas la montaña:
ciclo de luna nueva.

Sangra en sus alas
arácnido incansable,
gotas de vidrio.
Mariposas y lágrimas
resbalan por la luna

Tormenta lunar
difundiendo la noche
por azul grieta.


Nácar errante
de amaneceres tibios,
perla oriental.


Tu intensa lluvia
de aguacero sediento
finge ser nube.

Tu cuerpo cincel
escribe nuestra dicha
en mi caverna.


Montaña, madre
de la luna escarchada,
húmedo ritual.


Flores de fuego
levantan las maderas
de tus ensueños.


Para recorrer
el cielo de tu rostro
no bastan manos.


Eternamente
esculpes mi cantera:
lengua de mármol.


Te admiro como
nunca, y yo me admiro más,
de haberte amado.


Desde la proa
de mi barca, destino
rumbo a tus dedos.


Por siempre estará
la redondez del nopal,
de espinas llena.

Cantos de
desencanto

Canto primero

Relámpagos azules
desparraman cántaros
de lluvias tornasoles
chorreando vida
sobre banquetas solitarias:
empañan dulces ventanas
con viejas amargas.

Abandonados por sus capitanes,
barquitos de papel inundados
se ahogan

en amazonas de chocolate.

Se bañan en pena
los pelambres de perros
con ojos lastimeros.

Yo, descalza
camino a casa
.


Canto segundo

Aquellos momentos que vivimos
se fueron adelgazando,
lenta, brevemente,
como la cintura de esa sirena inexistente,
que con sus cantos
anunciaba la agonía de nuestro amor.

Canto tercero

Cada noche es la postrera
que saboreo
oro y plata
sobre el tejado.

Bebo con suavidad:
atormentada me deleito
con gotas de miel y bruja.

Pienso en ti,
oh, sí que pienso,
mientras entretengo al gato
y a la luna.

Canto cuarto

Muda estrella,
constelación de lenguas
renacida con el milenio,
engendro de moribundas voces.

Osamenta del universo,
prisionera del cisne y de sus plumas.
Albos cuellos retorcidos
por lagos silenciosos
y perturbantes palabras,
permean el aire.

Silente,
un sol látigo repta el infinito.

Canto quinto
A mi madre

Archipiélagos de miedo,
amenazantes continentes
que lavan mi alma
sobre el armario
con alcohol de hierbas santas
y aguaceros de marzo.

Mientras la llovizna reza
sobre el tejado,
lunas amarillas
y guayabas color de rosa,
suavemente me penetran
con su aroma.

Los brotes tiernos de la hierba,
matizan patios de verano.

Brillas entonces
cual espejo de mil soles,
luna de mercurio,
segmento de universo
conquistado desde tu vientre.

En mi necesidad, te rechazo,
en mi necedad, te esquivo,
fragmentas mi vida
y aún así,
como cervatillo,
me reflejo en tus aguas.

Canto sexto

Nuestros silencios
parecen hojas secas:
caen despacito,
venciendo a la gravedad con miedo;
mas siempre tocan tierra.

Canto séptimo

Siempre somos tres
uniendo nuestros cuerpos;
pero sólo pares yacen en el lecho.


Cantos desesperados
y
una letanía


Canto uno

Destrozada la impiedad
entre el reclamo de silencios,
su agonía delata aflicciones,
¡no tiene cuerpo!
Suena como eco
en busca de delicias.

Amargada como piel de plata,
se detiene
y contempla
tus ojos sin destellos.

La luz
no navega el cuerpo,
son sólo sombras
que extrañan tus contornos.

Sin aquellos labios,
tu semilla ingerminada
ya no penetra sus campos.

Ese cuerpo tuyo abandonado
enciende flores pretéritas,
y su flama
se convierte en tu alma.

Canto dos

Resucitada de tumbas diferentes,
buscando en orillas de noche,
se maquilla con luceros.

Siempre calza
idénticas sandalias;
anillos de heráldicas distintas
oprimen sus dedos;
fantasmas de casada.

Remodela la esbeltez
de su esqueleto
sepultado tantas veces,
sobre la pagana tumba
donde ofrenda el cuerpo.

Colecciona humo,
lo mezcla en espirales:
huele a incienso.

En su tarea de redimir almas,
una monja, piadosa,
reza
por la suya,
por la de ambas.

Canto tres

Acomodo la noche maloliente,
doloroso equipaje.

Colecciono ojos, párpados muertos.
Agonizo en sal, me marchito.

Mi frente sabe a luz seca,
a saliva, a entrepierna.

Mil vidas yacen
en la punta de mi lengua
amores hilvanados en la espalda:
recuerdos de luz ámbar.

De este lado de la luna, yo.
Tú, en el otro,
a cien años luz de mis pezones
entorpeciendo mis sentidos.

Originas fuentes de mis muslos:
mercurial fluido corre por mis huesos.

Mi cuerpo, ante tu cuerpo, se desnuda.
Me convierto en mancha, en papel, en tinta,
me absorbo en el tapiz de la escalera.

Desciendo al tragaluz citadino;
el metro no espera.

El azogue de las ventanas
devuelve una anciana desconocida.

En el veliz, cargo años confundidos
con el plomo del verano.

La oblicua luz amarilla,
refleja dedos
estampados con mugre
sobre el faro de los aparadores.

Oprimente soledad: restaurantes vacíos;
moscas y cocadas;
cebolla frita; manteca rancia.

Al aire, lo corto sin manos
y lo cargo en la espalda.
Me agobia, estoy sola...

Canto cuatro

Ella emerge entre sombras cual brillante espectro;
intemperie del recuerdo de saberse inmensa.

Arroja náusea
la llaga de su espalda:
visión patética.

Ninguna y todas las luces borbotean por su garganta.

Manos retorcidas sobre velas:
acre semen torturante.

Ante un poco de lujuria, su amor inclina.

Se deshace en versos y consejos.
Se da, nadie la toma.

Se revela en el espejo de la noche estrellada,
en el vuelo negriazul del ojo único del cuervo.

No es de ella de quien habla la tarde entumecida.

Prostituta del hartazgo,
no se sacia de comer flores,
se traga las raíces de la selva,
consume piedras en los páramos;
el aire la desnuda por la puerta.

Entorpecida por lisonjas
arrimadas a la soledad del alma,
se retuerce en aras del antojo.

No la atrapan lagunas encantadas.

Camina por la vida como muerta,
rasga velos del altar de la impudicia:
ajenos ojos se clavan en su vientre.

Más abajo,
el pubis delicado recibe en su in memoria
colas de sirena.

La tierra traga su sombra y la desangra;
el filo del agua quema sus párpados.

Se desmaya en púrpuras
sin venas.

Monta al unicornio,
arranca máscaras de duelo
y arrebata niños mayores
del deleite
de succionar pezones.

Letanía

Lame su entrepierna.
Destroza sus dedos.
Cura sus labios hinchados.
Trágate su furia.
Calma su delirio.
Escúchala.
Un grito se escapa de sus ojos.
La lengua regresa a su tobillo.
Poséela una vez más sobre el cielo.
Abre su cuerpo hasta la cumbre.
Vuelve a sembrar sus bosques.
Cava sus túneles de oro.
Regrésale el corazón
que te había dado.
Déjala flotar sobre tu cama,
curar su propia fiebre.
Que no te ame tanto como a su cuerpo.
Dale paz.

Así sea.

Cantos y deseos

Deseo de pereza

A pico de campana,
los rumores del cuarzo
atraviesan dolientes
manecillas sin uñas.

Perezas atrapadas
por pájaros
gritan incoherencias.

Plomo fundido el párpado,
ojo crisol,
pesado caminante.

Lecho cuyo cuerpo
conoce todo el otro,
una almohada pide la cabeza,
su sábana repite
los mil rostros de la tarde.

Las cosas del día
giran en la montaña
de los sueños:
vértigo de ecos.

Miel de vientre,
gotas de cien ojos,
largos, confundidos,
mezclados con saliva
de un sexo hambriento.

Deseo marital

Recorrer los calendarios
de octubre:
ventana oeste
que desata palomas a tu frente,
mensajeras del verano.

Visitar en mágicas alfombras
los cielos maritales.

Conducir las olas
de mi almohada
entre barcos caprichosos.

Capturar delfines sin redes
ni vitrales
penetrados siete veces
por colores espectrales.

Atrapar peces vela
transparentes,
sincronía danzante,
superficie crespa,
Aguazul marina.

Despojar de sus críos los nidos
y proteger pájaros
que remontan la cresta
del cielo
en vértigo herido.


Mantener la ilusión aquella
sin recordar apenas
el ojal de tu solapa
sepultado
entre azahares ya amarillos.

Amar sin reclamos,
como hacen las violetas
con aquellas hojas que las guardan
escondidas...

Deseo deseo

Saliste de mi lecho
un día domingo,
prometiste regresar
para el verano.

Aún te espero
en los grises movimientos
de vendavales mortecinos
cernidos sobre ésta,
mi enarbolada corona.

Conclúyeme
en la sima del deseo.

Deseo filial

I

Enmudecida mañana,
no alcanzo a vislumbrarte.

Sombras tenues proyectadas
desde tu suavidad luminosa,
hieren mis pupilas con dulzura.

Lágrimas derramo:
silenciosos rezos.

Anhelo tocarte
con la punta de mis dedos,
despierto aturdido
recordándote en la playa.
Mar de rizos
sobre un costado del viento.
II

Florecido cielo son las nubes:
pergaminos dibujando sonrisas;
adelfas enamoradas
de matices blancos y rosas;
almendros sustentados
con oloroso pan santo
nacido de tus madrugadas.
III
Encamino mis pasos a la noche,
doblo al día en un pañuelo;
saco ensueños de sus cajas
y te percibo estrella
vecina de mi lecho.
Colección de partículas celestes
en el aire esparcidas,
me envuelven en
vibraciones de pájaros
y tu aleteo de ángel
extingue el agua de mis ojos.

Eres un canto iluminado
arrullando mi sueño.

Deseo primitivo

I

Hace siglos, en mi vientre
se grabaron ansias;
cinceles luminosos
esculpieron mis alas
con vértebras de tu costado.

Nuestros brazos,
fueron labrados
para medirnos la sombra,
y mías tus manos,
tañeron las campanas
de mis senos.

II

Mis cielos, su mapa
y el sextante de tu barca,
nos guiaron por litorales
inexplorados en sus lechos:
la lujuria sin freno de la selva
se alzó en retamas de fuego
para luego alcanzar
la orilla de nuestro mar.

III

Todo nos fue dado
por los dos:
tu dedo sobre mi garganta;
mis manos para las tuyas;
hacia la mía tu boca;
contra tus besos mis labios;
mi vientre sobre tu rodilla;
entre tus piernas mis muslos;
tu sonrisa bajo mi espalda;
mis caderas hasta tus ojos;
tras mi luz con tu sombra.

IV

Enmudeció el cielo de celo
fundiéndonos
en un torrente de viento:
luz primitiva.

Deseo cotidiano

Del estanque de mis sueños,
se ha escapado un sapo
que croaba como nadie.
Se fue.
Huyó entre la bruma de mi abrigo,
se hundió para siempre entre mis manos,
se atragantó y se inmoló con hierba seca
como lo hacen los fanáticos.

Pobre sapo,
sólo deseaba ser besado
por la niña de sus sueños.

Deseo barato

Amargada por copas de ajenjo
encuentro que el brindis
del bohemio
hace rato que me cae de peso,
y ya no quiero pensar
en la madre abandonada.

Ahora quiero ser
la causa barata
de ese dolor de cantina.


Cantos de amor

Canto de primavera

Revientas mi semilla
con abrazos
y descubres sin torpezas
las raíces que me forman.

En fértil tierra,
separada la mala hierba
que me traga,
mi embrión se nutre
con el grito de tus dedos
y de la curva de tu espalda,
nazco.

Me reinventas flor,
pétalos de encaje
brotan del cáliz
de tu lengua:
germinas
corolas en mi pecho.

Mi tallo se vuelve eréctil
con el agua de tu entraña.

Divino soplo repartido
en cada nervadura de mi planta.

Convertida en margarita,
me deshojas,
aspiras hasta la última gota
de mi esencia.

Me secaré sin perfume.

Tú no vivirás sin mi fragancia.

No podrás sembrar otros alientos.

Morirás, cuando no percibas mis aromas en el viento.

Canto de novilunio

No sé cómo gastar las noches de marzo:
si beberme la luna,
o reposar mis sueños sobre mármol,
mientras mi cuerpo se desgrana
y agoniza en mil estrellas.

No sé cómo gastar las noches de plenilunio,
cuando nuevos destellos, aún tibios,
abren brechas en mi lengua,
e inmensas olas de tormenta repiten el milagro
irrepetido de dos siluetas y un espejo.

No sé cómo gastar las noches de novilunio
en que la ausencia de luna se funde
con el silencio de mi dicha
que ya no entona himnos, ni breves melodías.

No sé cómo gastar las noches
en que ya no brisa el vórtice de tus dedos
sobre el cosmos de mi luna.

No sé cómo gastar las noches
sin ti.

No sé cómo,
no sé...

Canto al paraíso

Cuando me miras,
los tiempos se suspenden
en almohadas
y las lunas, se estacionan
en mi lengua.

La nube absorbe brisa y
revive al arco iris
que se desmaya entre mis senos.

Tus manos
cambian cada arena
de desierto y
pierdo la noción
de que existo.

Tus labios
clavan mi alma,
mientras tu lengua
rompe mis esquinas.

Tu llave
toca mis contornos
y abre el cielo:
entrada triunfal al paraíso.

Cantos póstumos,
Epitafio
y una flor



Canto eterno

Poco a poco acepto tu ausencia,
mis oídos
se acostumbran a tus pasos lejanos,
los brazos
no alcanzan a tocarte,
mi garganta
no puede gritar más alto tu nombre,
el fuego
se queda atrapado en círculos de hielo,
las nostalgias
se acrecientan con la bruma de la tarde,
los silencios
se vuelven densos como rocas agobiantes,
el corazón
persigue tu memoria anidada en rincones de mi cuerpo,
las palabras
ya no tienen eco en tu pensamiento.

Ni la razón entiende de ausencias,
sin embargo,
mi amor te permanece intacto y quieto.

Canto de milenio

Al cruzar este dique,
remanso de agua propia,
interiorizo un canto que desde el viento
me devuelve su errática tonada:
vasija conteniendo mis despojos de niña
absurda.

Cada mañana,
en la luz esparcida
por cada hueco de mi mano,
te acumulo en todas las brisas
y en la nada,
y te asumo en
la vibración del átomo.

Iremos remontando las lloviznas
y a ese volcán crucificado
que recibe rayos penetrantes
en su izquierdo costado.

En ondas suaves
se baña la luz del mediodía,
mientras mi ser,
advierte que no estoy
cada mañana
cuando tu ausencia se engrandece
por esa luz
que derrama mi ventana.


El cielo se acorta entre
tu sonrisa y mi vergüenza,
me aborrezco cada jornada
en que no separo cada noche de su día.

¿Qué hago para verte?

¿Cómo puedo dormir
si no te hallo entre mis sueños?

Había jugado a descubrirte,
había creído verdaderamente
que cada minuto en el reloj era la vida;
pero ahora que te has ido para siempre,
despierto de mi fantasía,
de mi carisma,
de mi inefable padecimiento.

Soy para vivir,
vivo para estar dormida.
Soy ahora para encontrarte de nuevo,
seré mañana
para arrancar de mi alma este
sentimiento
que ya augura
alcances
de milenio.

Epitafio

Ya me fui y estoy con vida,
me quedo para vivir muerta.

Mis células se funden
en el crisol del viento,
germinan de mi lengua
semillas que hablan
a través de flores amarillas,
los nísperos se enraízan
en mis muslos,
mis ojos alimentan pájaros.

Mis manos
convertidas en hojas,
nutren crisálidas.

Flor de sortilegio

Sueño que vuelo,
y vuelo;
sueño morir,
mas no muero,
si volando te sueño,
soñándote me muero.