Amaneció esa noche como
dicen que amanece
cuando dos amantes se
tocan nuevamente:
el agua trastrocada en
fuego
y la sed entretenida por
esas distancias
años luz, que en un abrir
y cerrar de ojos
nos acercan a la estrella
más lejana
navegando en mar abierto.
Amaneció esa noche con un
sol que abrasa,
sin recato, antiguas
desnudeces.
La misma dulzura se hizo
angustia
y aún así, con la humedad
entorpecida,
amaneció la noche
con la sabia claridad
del alma.
Lilia Cenobia Ramírez
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