Casi al término del desayuno, se me ocurrió regalarle a la poeta colombiana un pulso tejido que me había encontrado durante nuestro constante ir y venir por la mixteca oaxaqueña. La cara que puso la autora de Dios sobra, estorba...(la escritora que aparece en la foto con blusa blanca)
Había deshecho tres veces la maleta buscando el pulso... a ella se le cayó, pero creyó que estaba en la maleta, y a últimas... que se lo habían sustraído.... estaba desesperada.
Según me dijo en secreto, que para ella, los muñecos que adornan el elegante restaurante donde dicho sea de paso, sirven una excelente y refinada comida mexicana, y que como vemos, son recreaciones de catrines y catrinas de Guadalupe Posadas, fueron quienes le devolvieron su fetiche.
Saludos a Mery Yolanda, y ojalá ya nos pueda dar una versión más completa de lo que pasó realmente en esos rumbos de la Gran ciudad de México.
No hay comentarios:
Publicar un comentario