domingo, 2 de mayo de 2010
LAS VELAS DE VARSOVIA
Tragedia, fatalidad, desgracia, adversidad. Esta vez, ni en el diccionario de la RAE, el cual consulto con frecuencia, he encontrado un adjetivo que refleje la funesta incidencia del inaudito hecho sucedido el pasado sábado 10 de abril a las 8:56 de la mañana hora local de la ciudad de Smolensk, al oriente de Rusia, a unos 20 km del bosque de Katyn. Este nombre por sí mismo, ya emanaba olores siniestros, su recuerdo ya empañaba de dolor a veintidós mil familias polacas (la cifra es más que conmovedora y parece fantástica) que recordaban a sus hombres pertenecientes a la élite militar polaca quienes, en 1940, fueron ejecutados por la policía secreta de Stalin, la cual, como medida técnica, usó pistolas alemanas que se calentaban menos que las rusas para ejecutarlos con disparos en la nuca). Para conmemorar los 70 años de esta matanza reconocida hasta 1990 por la política de transparencia conocida como Perestroika iniciada por el presidente Mijaíl Gorbachov, y acercar los lazos entre Rusia y Polonia, esta vez la élite gobernante, encabezada por su presidente Lech Kaczynski, y algunos de los familiares de aquellos oficiales, viajaban en el avión presidencial polaco, cuando éste, al aterrizar, chocó un ala con un árbol y perecieron todos los pasajeros.
Polonia es un bello país bañado en su lado norte por el mar Báltico, en el cual la poesía es un componente muy importante de su literatura desde hace, al menos, doscientos años. Pues desde la pérdida de la independencia en 1795, cuando la nación polaca perdió su estado y sus instituciones, fue la poesía durante más de un siglo, hasta la recuperación de su independencia en 1918, el vehículo más importante de la identidad nacional. Es además, un país sumamente católico, no por casualidad cuna de Karol Wojtyla mejor conocido como S.S. Juan Pablo II. El sábado 17 de abril exactamente al cumplirse una semana del siniestro, las sirenas de todo el País se escucharon sonar “…la mayor tragedia de la historia de Polonia tras la II Guerra Mundial", fueron las palabras del primer ministro polaco, Donald Tusk. Por la tarde del mismo día, se ofició una multitudinaria misa al aire libre en el barrio de Wola. Horas después, el ataúd con los restos de Lech Kaczynski, cubierto con la bandera blanca y roja polaca, fue trasladado por las calles principales de la ciudad hasta el palacio presidencial. Se dice que no se vivía nada igual en Varsovia desde la muerte precisamente del Papa Polaco de la Paz, Juan Pablo II, (Wadowice, Cracovia, 1920 - Roma, 2005). En las fotografías publicadas en sitios web y transmitidas por la televisión española, se puede apreciar al pueblo polaco volcado en las calles, en la devota y poética tarea de depositar millares de velas frente al Palacio Presidencial en Varsovia. La entrada del edificio, en la ciudad vieja de la capital, estuvo tan abarrotada de gente y cubierta de velas, flores, banderas y crucifijos que se fueron depositando desde que se conoció la noticia, que se dificultaba desplazarse. Por la tarde del sábado, los féretros con los restos de Kaczynski y su esposa, Maria Kaczynska, fueron trasladados de la capilla ardiente en el Palacio Presidencial a la catedral de San Juan, donde el arzobispo de Varsovia, Kazimierz Nycz, ofició un funeral. Después, los restos mortales fueron trasladados al sur del país, a la ciudad de Cracovia, donde el domingo tuvieron lugar los funerales de Estado, en la catedral del castillo de Wawel. Aunque la sociedad polaca se dividió en opiniones contrarias ante este hecho, pues algunos manifestaron que el morir en un accidente no eleva a nadie a la categoría de héroe, la pareja presidencial fue enterrada en un sarcófago de alabrastro en la cripta catedralicia, donde yacen cerca de veinte monarcas polacos y otras grandes personalidades del país. Algunos personajes, como el obispo Tadeusz Pieronek, manifestó: "El lugar natural para enterrar a los presidentes es la capital, y la capital es Varsovia". También el director de cine Andrzej Wajda, criticó la selección del lugar del entierro. Wajda es autor de la película Katyn, donde se documenta el escalofriante hecho de 1940, estrenada en 2007. "Era una buena persona, pero no hay razones para que sea enterrado junto a los reyes de Polonia y Marshal Josef Pilsudski [considerado el padre de la Polonia moderna]". Las Velas de Varsovia quizá ya se han consumido, pero su luz será un recuerdo imperecedero, para quienes estamos vivos hoy, de los recovecos que el destino tiene y que no podemos descifrar.
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