domingo, 2 de mayo de 2010

LA IMPORTANCIA DE LOS HOYOS

Papantla, luminoso Pueblo Mágico cuya luz se intensifica en los inmaculados y blancos atavíos de los totonacas. Ciudad musical y olorosa (no solamente a vainilla), también a frutas, mangos, mameyes, lichis, zapotes. Color y forma, Papantla penetra por la piel de quienes la visitan, hasta saturar sus sentidos. Intermitentemente los pequeños tambores y las flautas de carrizo ceremoniales hacen voltear al atrio de su hermosa iglesia que data del siglo XVII, la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción donde se lleva a cabo la ceremonia cósmica del vuelo para asegurar el orden cósmico del universo a través de un complejo simbolismo pagano ofrecido a los cuatro puntos cardinales. Resulta sorprendente esta demostración de tolerancia entre dos religiones. Ya lo había explicado el dramaturgo Emilio Carballido, el palo de los voladores es una ceremonia en la que, sin intermediarios, como es el caso del sacerdote católico, el hombre se integra con el Creador.

En esta ciudad centro del Totonacapan, durante cincuenta años se ha conservado una tradición que fomenta el arte y la poesía mediante un concurso al que convoca el Comité de Juegos Florales presidido actualmente por el poeta Ariosto Uriel Hernández, quien recibe el singular título de “El mantenedor”. La emisión actual, en la que se conmemora el Primer Centenario de Papantla, Ver., convocan el H. Ayuntamiento Municipal, el Instituto Veracruzano de la Cultura, el Comité Organizador de la Feria de Corpus Christi 2010, y La Casa de Cultura “Lázara Meldiú”. Esta ocasión se incluyen tres categorías: Premio Nacional de Poesía “Lázara Meldiú” 2010, Premio Estatal de Poesía Joven “Guillermo López Muñoz” 2010 y el I Premio Municipal de Poesía 2010.

En 2008, hipnotizados por el perfume que se desprende de las cabezas de la Reina de la Feria de Corpus Christi y sus princesas quienes lucen hermosas diademas tejidas con vainas secas de vainilla (arte popular en esta región), de manos del alcalde y de los organizadores del concurso, recibimos los premios de esa emisión en el recién inaugurado Museo Teodoro Cano. Tuve el privilegio de obtener el tercer lugar con un poemario titulado Tierra de Sol. Algunos de sus más afortunados versos, dictan: Totonacapan, olorosa llama/ color de crujido tierno/ sabor de mazorca roja que desgrana/ con su cuchillo, el tiempo./ Voces sombras del huizote/ mientras les escarban el blando corazón/ los colibríes.

El maestro Teodoro Cano, originario de esa ciudad, pintor y muralista, es un artista excepcional quien refleja en su obra plástica la vida de su pueblo. Creador de la técnica del altorrelieve a base de concreto armado, varilla y alambrón, importante aportación a la expresión muralista mundial. En la base de la parroquia, se puede admirar su hermoso mural dedicado a los voladores de Papantla, en el que se aplica esta técnica. Además tiene una gran cantidad de pinturas: María con flor de huizote; Ofrenda; Maternidad; La novia del volador; La leyenda de la vainilla, y muchas más en donde los rasgos antropológicos de los totonacas cobran fuerza y belleza.

En la entrada de la zona arqueológica de El Tajín, lugar que no pude dejar de visitar cuando fui a recoger el premio mencionado, en junio de 2008, aguardaba a que los voladores iniciaran su rito cósmico. El lugar está compuesto por círculos concéntricos en donde el centro lo ocupa el palo de los voladores, luego un jardín, escalinatas, un pasillo delimitado por arcos para dar acceso a pequeños comercios donde se expenden una gran cantidad de bellas artesanías. Alguna de las madres que atienden estos pequeños comercios, salió presurosa a buscar a su hijo y regresó con él en brazos. Escuché que le dijo a su vecina: “estaba jugando con el hoyo”. Esta expresión la traje muchas veces a mi mente dándome cuenta con claridad que para ella no era el contenido con lo que jugaba el infante, es decir, la tierra, sino lo que había quedado después de sacarla. Varios años después, fui invitada a un encuentro literario organizado por la Unión Estatal de Escritores Veracruzanos en la ciudad de Fortín de las Flores. Un colega poeta de esta región, en el medio de una lectura, hizo la siguiente aclaración: “la cinta roja que ponen para proteger los hoyos” (se refería a la cinta roja o amarilla con la que se rodean las excavaciones para que la gente no caiga en ellas). De nueva cuenta el hoyo era aquí el personaje principal, según el poeta, era lo que había que proteger. Después de la destrucción (hacer el hoyo), proteger lo que queda. ¿Será esa la visión?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es muy interesane y afortunado lo que escribes del hoyo, no había reflexionado. Se protege el hoyo, y en esa palabra se encierra todo un universo.
abrazote y beso lili
rub