“Dios no se sirve de otra cosa sino de amor....
...porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada”
S. Juan de la Cruz
Flores del Cosmos
Conejo lunar,
juguete luz celeste,
amor de niño.
En la red de luz
que la estrangula, viaja
Luna en el río.
Pájaro Luna
recamado de plata,
lengua de luz.
Luna Ceniza,
errante luna seda;
de madrugada
alcanzas la montaña:
ciclo de luna nueva.
Sangra en sus alas
arácnido incansable,
gotas de vidrio.
Mariposas y lágrimas
resbalan por la luna
Tormenta lunar
difundiendo la noche
por azul grieta.
Nácar errante
de amaneceres tibios,
perla oriental.
Tu intensa lluvia
de aguacero sediento
finge ser nube.
Tu cuerpo cincel
escribe nuestra dicha
en mi caverna.
Montaña, madre
de la luna escarchada,
húmedo ritual.
Flores de fuego
levantan las maderas
de tus ensueños.
Para recorrer
el cielo de tu rostro
no bastan manos.
Eternamente
esculpes mi cantera:
lengua de mármol.
Te admiro como
nunca, y yo me admiro más,
de haberte amado.
Desde la proa
de mi barca, destino
rumbo a tus dedos.
Por siempre estará
la redondez del nopal,
de espinas llena.
Cantos de
desencanto
desencanto
Canto primero
Relámpagos azules
desparraman cántaros
de lluvias tornasoles
chorreando vida
sobre banquetas solitarias:
empañan dulces ventanas
con viejas amargas.
Abandonados por sus capitanes,
barquitos de papel inundados
se ahogan
Relámpagos azules
desparraman cántaros
de lluvias tornasoles
chorreando vida
sobre banquetas solitarias:
empañan dulces ventanas
con viejas amargas.
Abandonados por sus capitanes,
barquitos de papel inundados
se ahogan
en amazonas de chocolate.
Se bañan en pena
los pelambres de perros
con ojos lastimeros.
Yo, descalza
camino a casa.
Se bañan en pena
los pelambres de perros
con ojos lastimeros.
Yo, descalza
camino a casa.
Canto segundo
Aquellos momentos que vivimos
se fueron adelgazando,
lenta, brevemente,
como la cintura de esa sirena inexistente,
que con sus cantos
anunciaba la agonía de nuestro amor.
Canto tercero
Cada noche es la postrera
que saboreo
oro y plata
sobre el tejado.
Bebo con suavidad:
atormentada me deleito
con gotas de miel y bruja.
Pienso en ti,
oh, sí que pienso,
mientras entretengo al gato
y a la luna.
Cada noche es la postrera
que saboreo
oro y plata
sobre el tejado.
Bebo con suavidad:
atormentada me deleito
con gotas de miel y bruja.
Pienso en ti,
oh, sí que pienso,
mientras entretengo al gato
y a la luna.
Canto cuarto
Muda estrella,
constelación de lenguas
renacida con el milenio,
engendro de moribundas voces.
Osamenta del universo,
prisionera del cisne y de sus plumas.
Albos cuellos retorcidos
por lagos silenciosos
y perturbantes palabras,
permean el aire.
Silente,
un sol látigo repta el infinito.
Canto quinto
A mi madre
Archipiélagos de miedo,
amenazantes continentes
que lavan mi alma
sobre el armario
con alcohol de hierbas santas
y aguaceros de marzo.
Mientras la llovizna reza
sobre el tejado,
lunas amarillas
y guayabas color de rosa,
suavemente me penetran
con su aroma.
Los brotes tiernos de la hierba,
matizan patios de verano.
Brillas entonces
cual espejo de mil soles,
luna de mercurio,
segmento de universo
conquistado desde tu vientre.
En mi necesidad, te rechazo,
en mi necedad, te esquivo,
fragmentas mi vida
y aún así,
como cervatillo,
me reflejo en tus aguas.
Canto sexto
Nuestros silencios
parecen hojas secas:
caen despacito,
venciendo a la gravedad con miedo;
mas siempre tocan tierra.
Canto séptimo
Siempre somos tres
uniendo nuestros cuerpos;
pero sólo pares yacen en el lecho.
Cantos desesperados
y
una letanía
Canto uno
Destrozada la impiedad
entre el reclamo de silencios,
su agonía delata aflicciones,
¡no tiene cuerpo!
Suena como eco
en busca de delicias.
Amargada como piel de plata,
se detiene
y contempla
tus ojos sin destellos.
La luz
no navega el cuerpo,
son sólo sombras
que extrañan tus contornos.
Sin aquellos labios,
tu semilla ingerminada
ya no penetra sus campos.
Ese cuerpo tuyo abandonado
enciende flores pretéritas,
y su flama
se convierte en tu alma.
Canto dos
Resucitada de tumbas diferentes,
buscando en orillas de noche,
se maquilla con luceros.
Siempre calza
idénticas sandalias;
anillos de heráldicas distintas
oprimen sus dedos;
fantasmas de casada.
Remodela la esbeltez
de su esqueleto
sepultado tantas veces,
sobre la pagana tumba
donde ofrenda el cuerpo.
Colecciona humo,
lo mezcla en espirales:
huele a incienso.
En su tarea de redimir almas,
una monja, piadosa,
reza
por la suya,
por la de ambas.
Canto tres
Acomodo la noche maloliente,
doloroso equipaje.
Colecciono ojos, párpados muertos.
Agonizo en sal, me marchito.
Mi frente sabe a luz seca,
a saliva, a entrepierna.
Mil vidas yacen
en la punta de mi lengua
amores hilvanados en la espalda:
recuerdos de luz ámbar.
De este lado de la luna, yo.
Tú, en el otro,
a cien años luz de mis pezones
entorpeciendo mis sentidos.
Originas fuentes de mis muslos:
mercurial fluido corre por mis huesos.
Mi cuerpo, ante tu cuerpo, se desnuda.
Me convierto en mancha, en papel, en tinta,
me absorbo en el tapiz de la escalera.
Desciendo al tragaluz citadino;
el metro no espera.
El azogue de las ventanas
devuelve una anciana desconocida.
En el veliz, cargo años confundidos
con el plomo del verano.
La oblicua luz amarilla,
refleja dedos
estampados con mugre
sobre el faro de los aparadores.
Oprimente soledad: restaurantes vacíos;
moscas y cocadas;
cebolla frita; manteca rancia.
Al aire, lo corto sin manos
y lo cargo en la espalda.
Me agobia, estoy sola...
Canto cuatro
Ella emerge entre sombras cual brillante espectro;
intemperie del recuerdo de saberse inmensa.
Arroja náusea
la llaga de su espalda:
visión patética.
Ninguna y todas las luces borbotean por su garganta.
Manos retorcidas sobre velas:
acre semen torturante.
Ante un poco de lujuria, su amor inclina.
Se deshace en versos y consejos.
Se da, nadie la toma.
Se revela en el espejo de la noche estrellada,
en el vuelo negriazul del ojo único del cuervo.
No es de ella de quien habla la tarde entumecida.
Prostituta del hartazgo,
no se sacia de comer flores,
se traga las raíces de la selva,
consume piedras en los páramos;
el aire la desnuda por la puerta.
Entorpecida por lisonjas
arrimadas a la soledad del alma,
se retuerce en aras del antojo.
No la atrapan lagunas encantadas.
Camina por la vida como muerta,
rasga velos del altar de la impudicia:
ajenos ojos se clavan en su vientre.
Más abajo,
el pubis delicado recibe en su in memoria
colas de sirena.
La tierra traga su sombra y la desangra;
el filo del agua quema sus párpados.
Se desmaya en púrpuras
sin venas.
Monta al unicornio,
arranca máscaras de duelo
y arrebata niños mayores
del deleite
de succionar pezones.
Letanía
Lame su entrepierna.
Destroza sus dedos.
Cura sus labios hinchados.
Trágate su furia.
Calma su delirio.
Escúchala.
Un grito se escapa de sus ojos.
La lengua regresa a su tobillo.
Poséela una vez más sobre el cielo.
Abre su cuerpo hasta la cumbre.
Vuelve a sembrar sus bosques.
Cava sus túneles de oro.
Regrésale el corazón
que te había dado.
Déjala flotar sobre tu cama,
curar su propia fiebre.
Que no te ame tanto como a su cuerpo.
Dale paz.
Así sea.
Cantos y deseos
Deseo de pereza
A pico de campana,
los rumores del cuarzo
atraviesan dolientes
manecillas sin uñas.
Perezas atrapadas
por pájaros
gritan incoherencias.
Plomo fundido el párpado,
ojo crisol,
pesado caminante.
Lecho cuyo cuerpo
conoce todo el otro,
una almohada pide la cabeza,
su sábana repite
los mil rostros de la tarde.
Las cosas del día
giran en la montaña
de los sueños:
vértigo de ecos.
Miel de vientre,
gotas de cien ojos,
largos, confundidos,
mezclados con saliva
de un sexo hambriento.
Deseo marital
Recorrer los calendarios
de octubre:
ventana oeste
que desata palomas a tu frente,
mensajeras del verano.
Visitar en mágicas alfombras
los cielos maritales.
Conducir las olas
de mi almohada
entre barcos caprichosos.
Capturar delfines sin redes
ni vitrales
penetrados siete veces
por colores espectrales.
Atrapar peces vela
transparentes,
sincronía danzante,
superficie crespa,
Aguazul marina.
Despojar de sus críos los nidos
y proteger pájaros
que remontan la cresta
del cielo
en vértigo herido.
Mantener la ilusión aquella
sin recordar apenas
el ojal de tu solapa
sepultado
entre azahares ya amarillos.
Amar sin reclamos,
como hacen las violetas
con aquellas hojas que las guardan
escondidas...
Deseo deseo
Saliste de mi lecho
un día domingo,
prometiste regresar
para el verano.
Aún te espero
en los grises movimientos
de vendavales mortecinos
cernidos sobre ésta,
mi enarbolada corona.
Conclúyeme
en la sima del deseo.
Deseo filial
I
Enmudecida mañana,
no alcanzo a vislumbrarte.
Sombras tenues proyectadas
desde tu suavidad luminosa,
hieren mis pupilas con dulzura.
Lágrimas derramo:
silenciosos rezos.
Anhelo tocarte
con la punta de mis dedos,
despierto aturdido
recordándote en la playa.
Mar de rizos
sobre un costado del viento.
II
Florecido cielo son las nubes:
pergaminos dibujando sonrisas;
adelfas enamoradas
de matices blancos y rosas;
almendros sustentados
con oloroso pan santo
nacido de tus madrugadas.
Florecido cielo son las nubes:
pergaminos dibujando sonrisas;
adelfas enamoradas
de matices blancos y rosas;
almendros sustentados
con oloroso pan santo
nacido de tus madrugadas.
III
Encamino mis pasos a la noche,
doblo al día en un pañuelo;
saco ensueños de sus cajas
y te percibo estrella
vecina de mi lecho.
Colección de partículas celestes
en el aire esparcidas,
me envuelven en
vibraciones de pájaros
y tu aleteo de ángel
extingue el agua de mis ojos.
Eres un canto iluminado
arrullando mi sueño.
doblo al día en un pañuelo;
saco ensueños de sus cajas
y te percibo estrella
vecina de mi lecho.
Colección de partículas celestes
en el aire esparcidas,
me envuelven en
vibraciones de pájaros
y tu aleteo de ángel
extingue el agua de mis ojos.
Eres un canto iluminado
arrullando mi sueño.
Deseo primitivo
I
Hace siglos, en mi vientre
se grabaron ansias;
cinceles luminosos
esculpieron mis alas
con vértebras de tu costado.
Nuestros brazos,
fueron labrados
para medirnos la sombra,
y mías tus manos,
tañeron las campanas
de mis senos.
II
Mis cielos, su mapa
y el sextante de tu barca,
nos guiaron por litorales
inexplorados en sus lechos:
la lujuria sin freno de la selva
se alzó en retamas de fuego
para luego alcanzar
la orilla de nuestro mar.
III
Todo nos fue dado
por los dos:
tu dedo sobre mi garganta;
mis manos para las tuyas;
hacia la mía tu boca;
contra tus besos mis labios;
mi vientre sobre tu rodilla;
entre tus piernas mis muslos;
tu sonrisa bajo mi espalda;
mis caderas hasta tus ojos;
tras mi luz con tu sombra.
IV
Enmudeció el cielo de celo
fundiéndonos
en un torrente de viento:
luz primitiva.
Deseo cotidiano
Del estanque de mis sueños,
se ha escapado un sapo
que croaba como nadie.
Se fue.
Huyó entre la bruma de mi abrigo,
se hundió para siempre entre mis manos,
se atragantó y se inmoló con hierba seca
como lo hacen los fanáticos.
Pobre sapo,
sólo deseaba ser besado
por la niña de sus sueños.
Deseo barato
Amargada por copas de ajenjo
encuentro que el brindis
del bohemio
hace rato que me cae de peso,
y ya no quiero pensar
en la madre abandonada.
Ahora quiero ser
la causa barata
de ese dolor de cantina.
Cantos de amor
Canto de primavera
Revientas mi semilla
con abrazos
y descubres sin torpezas
las raíces que me forman.
En fértil tierra,
separada la mala hierba
que me traga,
mi embrión se nutre
con el grito de tus dedos
y de la curva de tu espalda,
nazco.
Me reinventas flor,
pétalos de encaje
brotan del cáliz
de tu lengua:
germinas
corolas en mi pecho.
Mi tallo se vuelve eréctil
con el agua de tu entraña.
Divino soplo repartido
en cada nervadura de mi planta.
Convertida en margarita,
me deshojas,
aspiras hasta la última gota
de mi esencia.
Me secaré sin perfume.
Tú no vivirás sin mi fragancia.
No podrás sembrar otros alientos.
Morirás, cuando no percibas mis aromas en el viento.
Canto de novilunio
No sé cómo gastar las noches de marzo:
si beberme la luna,
o reposar mis sueños sobre mármol,
mientras mi cuerpo se desgrana
y agoniza en mil estrellas.
No sé cómo gastar las noches de plenilunio,
cuando nuevos destellos, aún tibios,
abren brechas en mi lengua,
e inmensas olas de tormenta repiten el milagro
irrepetido de dos siluetas y un espejo.
No sé cómo gastar las noches de novilunio
en que la ausencia de luna se funde
con el silencio de mi dicha
que ya no entona himnos, ni breves melodías.
No sé cómo gastar las noches
en que ya no brisa el vórtice de tus dedos
sobre el cosmos de mi luna.
No sé cómo gastar las noches
sin ti.
No sé cómo,
no sé...
Canto al paraíso
Cuando me miras,
los tiempos se suspenden
en almohadas
y las lunas, se estacionan
en mi lengua.
La nube absorbe brisa y
revive al arco iris
que se desmaya entre mis senos.
Tus manos
cambian cada arena
de desierto y
pierdo la noción
de que existo.
Tus labios
clavan mi alma,
mientras tu lengua
rompe mis esquinas.
Tu llave
toca mis contornos
y abre el cielo:
entrada triunfal al paraíso.
Cantos póstumos,
Epitafio
y una flor
Canto eterno
Poco a poco acepto tu ausencia,
mis oídos
se acostumbran a tus pasos lejanos,
los brazos
no alcanzan a tocarte,
mi garganta
no puede gritar más alto tu nombre,
el fuego
se queda atrapado en círculos de hielo,
las nostalgias
se acrecientan con la bruma de la tarde,
los silencios
se vuelven densos como rocas agobiantes,
el corazón
persigue tu memoria anidada en rincones de mi cuerpo,
las palabras
ya no tienen eco en tu pensamiento.
Ni la razón entiende de ausencias,
sin embargo,
mi amor te permanece intacto y quieto.
Canto de milenio
Al cruzar este dique,
remanso de agua propia,
interiorizo un canto que desde el viento
me devuelve su errática tonada:
vasija conteniendo mis despojos de niña
absurda.
Cada mañana,
en la luz esparcida
por cada hueco de mi mano,
te acumulo en todas las brisas
y en la nada,
y te asumo en
la vibración del átomo.
Iremos remontando las lloviznas
y a ese volcán crucificado
que recibe rayos penetrantes
en su izquierdo costado.
En ondas suaves
se baña la luz del mediodía,
mientras mi ser,
advierte que no estoy
cada mañana
cuando tu ausencia se engrandece
por esa luz
que derrama mi ventana.
El cielo se acorta entre
tu sonrisa y mi vergüenza,
me aborrezco cada jornada
en que no separo cada noche de su día.
¿Qué hago para verte?
¿Cómo puedo dormir
si no te hallo entre mis sueños?
Había jugado a descubrirte,
había creído verdaderamente
que cada minuto en el reloj era la vida;
pero ahora que te has ido para siempre,
despierto de mi fantasía,
de mi carisma,
de mi inefable padecimiento.
Soy para vivir,
vivo para estar dormida.
Soy ahora para encontrarte de nuevo,
seré mañana
para arrancar de mi alma este
sentimiento
que ya augura
alcances
de milenio.
Epitafio
Ya me fui y estoy con vida,
me quedo para vivir muerta.
Mis células se funden
en el crisol del viento,
germinan de mi lengua
semillas que hablan
a través de flores amarillas,
los nísperos se enraízan
en mis muslos,
mis ojos alimentan pájaros.
Mis manos
convertidas en hojas,
nutren crisálidas.
Flor de sortilegio
Sueño que vuelo,
y vuelo;
sueño morir,
mas no muero,
si volando te sueño,
soñándote me muero.
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